*Cristian Leyton Salas
Brasil está sugiriendo la firma de un Pacto de No Agresión militar específico entre Bogotá y Caracas. Un proyecto que aparece como una respuesta casi desesperada por parte de la cancillería Brasileña a fin de evitar, en un primer momento, que la Guerra fría entre ambos regímenes se convierta en una “caliente”, pero sobretodo, evitar seguir perdiendo su poder de influencia en dicho espacio norte de Sudamérica.
Brasil, busca, por este pacto, aparecer como un poder estabilizador, una potencia benigna que no impone su “orden” regional, sino que busca dialogo y consenso. No obstante ello, Brasilia, no logró constituirse en la potencia hegemónica “cooperativa” a la que aspiraba. El acuerdo militar entre Bogotá y Washington emerge sorpresivamente como la gran "movida" del Departamento de Estado del gigante del norte, pero sobre todo del Pentágono. La presencia y concentración de fuerzas en un solo país sudamericano representa la relevancia de esta zona para los EE.UU. Hace tiempo ya que se venía advirtiendo el desplazamiento de las fronteras de seguridad estadounidense en América. No debería sorprendernos ya que los EE.UU. disocian su frontera económica que es mundial, con su frontera política que es “nacional”, de la frontera militar y de seguridad. Colombia se erige como el “mirador” estadounidense en Sudamérica.
Se ha señalado que, a fin de evitar riesgos de quebrantamiento de la paz en América del Sur, el canciller brasileño Celso Amorim, estaría diseñando un proyecto de "pacto de no agresión" para ser presentado ante la UNASUR. Un proyecto que difiere totalmente del peruano por cuanto el primero buscaría transparentar “acuerdos de cooperación militar” con potencias extra regionales, dejando intacto los procesos de adquisiciones de materiales bélicos. El segundo, sugerido por Torre Tagle, busca la reducción de los recursos asignados a la Defensa. Una visión irrealista que choca con los intereses brasileños.
Brasil reconoce la existencia de una Guerra fría en el norte de su territorio. La generación de un Pacto de No Agresión implica que considera que esta relación de rivalidad ideológica llegó para quedarse, mientras se mantengan los regímenes que la sustentan y alimentan diariamente.Esta iniciativa también responde al reciente llamado de Bogotá dirigido a la ONU y la OEA a fin que intervengan diplomáticamente frente a la amenaza de guerra emitida por Hugo Chávez. Antes de ello, Bogotá había solicitado a España su mediación. Brasil percibe de toda evidencia que sus creaciones como son la UNASUR y el CDS no han sido llamados a la palestra. Ellos tampoco. Su postura que roza el prochavismo les está “pasando la cuenta”. No aparecen como un interlocutor imparcial valido.
Este Pacto representa, sin embargo, un fracaso relativo para la administración de Lula ya que necesariamente representa la impotencia brasileña frente a una crisis que se “cocinó” en su propia puerta y ante lo cual nada pudo hacer. Pero no solo ello, también un fracaso frente a la lógica de “Sudamérica para los sudamericanos..y Brasil”.
El Pacto de No Agresión brasileño implicará la observancia de mecanismos de verificación y de control para lo cual, países y potencias extra regionales estarán llamadas a participar activamente. Lo anterior será la muestra más clara que Brasil sigue siendo percibido como una potencia que busca ejercer un liderazgo, para algunos hegemónico, para otros cooperativo. En la práctica, la presencia estadounidense deja dicho proyecto congelado. Aun las condiciones para un liderazgo regional brasileño no están dadas.
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