*Eduardo Mackenzie
Después de tratar de virar hacia el centro para ganar puntos ante un electorado fastidiado por sus lapsus y sus indecisiones, y de montar la comedia de la disputa con Gustavo Petro, de quien no aceptará, dice, apoyos ni alianzas pues éste “defiende teorías que directa o indirectamente justifican la violencia” (ya veremos cómo ese vino se transforma en agua dentro de unos días), el candidato verde, vuelve a su verdadera religión: a sus embelecos por el ogro de Caracas y al entreguismo distanciado ante las Farc.
Antanas Mockus y Gustavo Petro juegan a hacerse los enemistados. Empero, sus convergencias políticas siguen allí y desnudan sus planes. Mockus y Petro son los únicos candidatos que, ante el tema del diálogo con “la guerrilla”, exigen lo mínimo: sólo abandonar el secuestro. Ellos dos reducen el problema del terrorismo subversivo al secuestro, cuando la acción criminal y depredadora de las Farc es mucho más vasta y ambiciosa. Pero ni Mockus ni Petro quieren ver la dimensión real del problema, pues eso molestaría al caudillo de la revolución bolivariana. En Caracas, la nueva teoría para fomentar la “revolución” en Colombia parte de eso: de la exigencia mínima. Las Farc quieren volver a su viejo esquema que les dio tan buenos resultados en el pasado: diálogo en medio de la guerra. Diálogo, no para hacer la paz, sino para ganar tiempo, ocupar el terreno mediático y, sobre todo, para salir de la lista europea de organizaciones terroristas, y poder montar oficinas farianas en las capitales extranjeras, de la mano de las embajadas venezolanas. Es decir, volver a la situación de 2001, o a algo peor. Eso es lo que está exigiendo en esos días, precisamente, Piedad Córdoba en Europa. En la capital española ella dijo: “Las Farc y el Eln tienen que ser sacados de la lista de ‘terroristas’ para que nosotros podamos avanzar hacia la discusión de la salida política y negociada al conflicto”. Como su auditorio es cada vez más reducido, ella no vaciló en insultar a todo el mundo. Dijo que “España alimenta la guerra en Colombia para defender los intereses económicos de las multinacionales”. La Unión Europea no escapó a su lengua viperina pues la acusó “apoyar el exterminio y las desapariciones” en Colombia.
El candidato de los Verdes retoma, pues, unas tesis que están más en tono con los escenarios que Caracas está preparando. Y él aspira hacer eso discretamente, con sus frases habituales, para no irritar al electorado de centro y a los uribistas. ¿Lo logrará? Mockus declara, por ejemplo, que no cree que Hugo Chávez sea un “cínico”. Qué horror siquiera pensarlo, dice. Y anuncia que si él gana la elección invitará a ese personaje a su posesión. Mockus parece decirnos que con gestos de concordia él aplacará al presidente venezolano. La sugerencia que hay detrás de todo eso es transparente: fue Álvaro Uribe quien con su política “de guerra” enfureció al buen hombre de Caracas. Todo sabemos, sin embargo, que éste le juró la guerra a la democracia colombiana desde antes de 2002.
El profesor Mockus lanzó otras perlas, para que los verdes y la izquierda no se dividan: dijo que ve los “falsos positivos” como un “flagelo”. ¿Por que utilizó esa palabra en su mitin de Soacha? Porque flagelo quiere decir azote o calamidad prolongada. No otra cosa es lo que predica Piedad Córdoba en Europa. ¿Mockus tiene esa visión: los falsos positivos son una política “de Estado”, una obra siniestra y continuada pues el Ejército no lucha contra las bandas armadas ilegales sino contra civiles desarmados?
En otro acto, el 17 de mayo, al responderle a un periodista ecuatoriano sobre el proceso que quiere montarle el juez de Sucumbios al ex ministro y candidato Juan Manuel Santos, Antanas Mockus evadió el tema en sí pero ofreció, como siempre, una respuesta indirecta. Según El Tiempo, Mockus dijo que él no habría hecho ese ataque. Y agregó esta frase: “El que usted cometa un atentado contra la vida de civiles inermes con fines supuestamente altruistas, eso, que el mundo antes veía con ojos benignos, eso se acabó (…) ya no encontrarán ustedes legislación que diga, oiga el tipo lo hacía por buenas intenciones, la gente paga por lo que hace, no por la intención con que lo hizo”. Esa frase constituye, en mi opinión, el análisis más inepto que se haya hecho hasta hoy de lo ocurrido el 1 de marzo de 2008 en Angostura, Ecuador. En la frase de Mockus, el ataque a la columna de Raúl Reyes se transforma en un “atentado”, los guerrilleros que se encontraban con él son mostrados como “civiles inermes”, y el motivo del bombardeo es calificado de “supuestamente altruista”, es decir no altruista. Mockus insiste en un punto: allí no hubo “buena intención”. La deducción que salta a la vista es obvia: para Mockus lo de Angostura fue una acción criminal. Pero eso no es todo. Lo más grave es lo que sigue. Si Antanas es consecuente con eso de que “la gente paga por lo que hace, no por la intención con que lo hizo”, el presidente Uribe, el ex ministro Santos y los altos mandos de las Fuerzas Militares colombianas, serían extraditados por él a Ecuador pues deben “pagar” el ataque a Reyes, un hecho criminal y no una buena intención. El lapsus calami del otro día no fue gratuito.
Esa es la visión real que el candidato verde tiene del operativo contra el número dos de las Farc en Ecuador y del proceso que quiere montarle el presidente Rafael Correa (y muy seguramente Hugo Chávez) a la dirigencia colombiana, como quedó visto en la cumbre UE-América Latina de Madrid, donde Rafael Correa respaldó totalmente la maniobra pseudo judicial de Sucumbios. Llama la atención el hecho de que esas declaraciones fueron hechas, precisamente, cuando la prensa brasileña y colombiana denunciaron la existencia en Brasil de campamentos estables de las Farc. En ese marco, las perlas lanzadas por el candidato verde cobran gran significado. Mockus podría haber dado una opinión menos categórica frente al caso de Angostura. Mockus, por el contrario, se comprometió por anticipado: “Yo nunca habría hecho el ataque”. Esa postura imprudente es una promesa, un mensaje que las Farc captarán: ellas podrá seguir construyendo bastiones en Venezuela, Ecuador y Brasil, pues un eventual gobierno de Antanas Mockus no moverá un dedo. Si él es presidente no se hará nada, fuera de frases confusas, para contrariar esa estrategia. Desde allá, las Farc podrán pues montar otros campos de cautiverio y muerte para los secuestrados, traficar con drogas, armas y explosivos, y preparar ataques contra Colombia, pues el gobierno de la “legalidad democrática” los dejará tranquilos.
Antanas Mockus dejó ver hasta dónde está dispuesto a hacer malabarismos con la seguridad nacional colombiana. En entrevista con El Comercio, dijo que si fuera presidente él entregaría al gobierno de Ecuador los computadores del ex jefe guerrillero Raúl Reyes: “Realizaremos la cooperación internacional que sea necesaria, siempre exigiendo garantías sobre el uso y el manejo de la información contenida en los computadores. La información no puede terminar en malas manos”. ¡Valiente precaución! También Antanas cedió ante Rafael Correa cuando éste acusa a Colombia de que “no controla su frontera”. Mockus dijo: “El reclamo del presidente Correa es válido”. Y, para mostrar que un verde puede ocultar un rojo, agregó que el proyecto “socialista” del presidente Correa “aborda muchas de las preocupaciones que actualmente tenemos en Colombia”. Finalmente, respecto de Unasur, el fracasado armazón sectario que pretende excluir a Estados Unidos de los asuntos del hemisferio, Mockus prometió que él trabajará para “fortalecer” ese organismo. Todo ello confirma que el periodista Carlos Alberto Montaner tiene la razón cuando dice: “Mockus es el candidato de Chávez”.