- La visita del secretario general de la OEA a Costa Rica y Nicaragua debe culminar en el retiro, sin negociación alguna, del Ejército de Nicaragua del suelo costarricense
- Ortega debe detenerse en esta carrera enloquecida que daña a su pueblo, lo aísla internacionalmente y pretende afectar la convivencia fraternal entre dos pueblos
La Nacion.com
El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, llegó anoche a Costa Rica en compañía de Dante Caputo, ex canciller de Argentina, y de Adam Blackwell, secretario de Seguridad Multidimensional de la OEA. Su cometido es entablar conversaciones hoy con la presidenta de la República, Laura Chinchilla, con el canciller costarricense, René Castro, y otros altos funcionarios del Gobierno, a fin de encontrar caminos de diálogo en procura de una solución del conflicto provocado por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, con el asesoramiento pernicioso de Edén Pastora.
En esta introducción está planteada la posición del Gobierno de Costa Rica: se trata de una invasión militar contra el suelo costarricense y no de una discusión o divergencias sobre asuntos fronterizos o de otra índole. Esta es una visita exploratoria y de buenos oficios, en vista de la posición contumaz e ilegal de Daniel Ortega, expuesta en la sesión del Consejo Permanente de la OEA desde el miércoles pasado. No se trata, pues, de una negociación con el gobernante de Nicaragua. Esta gira del secretario general Insulza culminará con un informe al Consejo Permanente, de donde dimanarán, de acuerdo con sus conclusiones, otras acciones contempladas en el ordenamiento de la OEA y del derecho internacional.
No es nuestra intención ahondar en la panoplia de opciones o posibilidades que presentan el derecho internacional y la propia OEA. La posición de Costa Rica ha sido firme y transparente y su estrategia se circunscribe a los hechos, a la verdad, a nuestras tradiciones y a la buena fe, todo sustentado en el apoyo y en las convicciones de nuestro pueblo. Por ello nuestra actitud es concreta y comprensible, al contrario de la posición de Ortega y su Gobierno, conformada por un amasijo de mentiras, contradicciones, invenciones, falacias y exabruptos que, a limine, han desacreditado aún más al régimen de Ortega y ofendido la dignidad del pueblo nicaragüense. La patética declaración de Edén Pastora sobre la acogida de un mapa publicado en Google, como pretexto para “tomar decisiones militares” e invadir el territorio costarricense, que, luego, esta empresa reputó incorrecto, representa uno de los hitos en la historia de la infamia y del ridículo mundial.
Todos los mapas científicos, aun los desplegados por Nicaragua en La Haya sobre la navegación, el comercio y el turismo en el río San Juan, le dan la razón a Costa Rica en materia de límites. Sin embargo, de pronto, un ser iluminado, Edén Pastora, ex-terrorista y ahora "experto en dragados", convenció a Daniel Ortega, su par, sobre la legitimidad de lo que la ciencia y los hechos niegan. De seguido, como era de esperar, Ortega amenaza con tocar las puertas de La Haya, mientras niega nuestras nobles tradiciones de paz, pone a sus acólitos a difamar a nuestro país y ordena al congreso nicaragüense realizar una sesión extraordinaria en la zona fronteriza con Costa Rica. Una comedia en varios actos que, cuanto más avanza, más verifica la sinrazón de Daniel Ortega y su postración mental.
Al final de la primera parte de este itinerario, ha quedado al descubierto la soledad de Daniel Ortega en Nicaragua y en el exterior, al mismo tiempo que ha resplandecido la razón en la posición expuesta por la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, quien, con la fuerza que confieren la verdad y el derecho, exige el retiro de los efectivos del Ejército de Nicaragua del territorio nacional. “En la serenidad –que confiere la verdad– está nuestra confianza”, decíamos en nuestro editorial del 3 de noviembre pasado.
Esta es la condición y el punto de partida, a la vez que, como nuestra Presidenta lo ha declarado, el compromiso ineludible que la OEA tiene en sus manos. La visita del secretario general Insulza y de sus asesores debe desembocar necesariamente y sin tardanza en los derechos invocados por Costa Rica. La sola duda o la ambigüedad en materia tan principal sentaría un precedente nefasto para la paz, el derecho y la seguridad, a la vez que la entronización del matonismo, la violencia, el fraude y el cinismo. He aquí una oportunidad magnífica para la OEA.