Tema: Se analiza la ayuda militar desplegada por EEUU en Haití tras el terremoto sufrido el pasado 12 de enero, que causó daños catastróficos en el país más pobre de América.
Resumen: A petición del gobierno haitiano, EEUU tomó la iniciativa para liderar las tareas de rescate y coordinar una campaña de ayuda con Naciones Unidas y la comunidad internacional en Haití. EEUU también tenía sus propios motivos para acudir en ayuda de la población haitiana, un esfuerzo militar que sin embargo no ha estado exento de críticas dentro y fuera de la región.
Análisis: La catástrofe de Haití, provocada por un poderoso terremoto el pasado mes de enero, ha sido el primer gran desastre humanitario al que tuvo que enfrentarse Barack Obama como presidente de EEUU. Respondió movilizando recursos y personal en una carrera contrarreloj hasta convertirlo en una de las mayores movilizaciones de EEUU ante una catástrofe natural. Participó todo el gobierno, con la USAID (United States Agency for International Development) a la cabeza, en un esfuerzo que fue descrito por el propio presidente Obama como heredero de las políticas de la Guerra Fría tras la Segunda Guerra Mundial. Los efectivos militares iban a desempeñar una función indispensable, sobre todo los primeros días tras la catástrofe: suministrar los equipos médicos necesarios, los alimentos y la comida a los haitianos. Para ello tomarían el control de lugares clave como el aeropuerto, principal punto de entrada de la ayuda. Además, los ex presidentes Bill Clinton y George W. Bush tratarían de asumir el liderazgo como imagen pública de los esfuerzos internacionales y como punto de referencia para atraer de todas partes del mundo unos recursos que se necesitaban con urgencia.
Desde el punto de vista humanitario Barack Obama tenía que hacer todo este esfuerzo. El vacío institucional y económico creado por la catástrofe y la urgente necesidad de atender a la población requerían del liderazgo estadounidense. Estratégicamente, la proximidad de Haití y el papel de EEUU en la región acentuaban dicha necesidad. No actuar complicaría aún más la situación de los haitianos y obligaría a muchos a buscar refugio en tierras norteamericanas. Por último, desde una perspectiva de seguridad, era necesario reforzar la actual presencia de la ONU, apostada desde hace años en el país, que tras el desastre no podía afrontar por sí misma las consecuencias del terremoto.
La respuesta de Obama era también un modo de volver a mostrar los valores norteamericanos en una era en la que los sentimientos antiamericanos campean por el mundo, algo que la Casa Blanca considera como una amenaza estratégica. Diplomática y políticamente, el compromiso directo de EEUU ayudaría a restablecer su credibilidad y legitimidad como fuerza de bien tanto en la región americana como a nivel internacional.
El compromiso de Barack Obama con Haití tuvo su reflejo en las portadas de los periódicos de todo el mundo, que mostraban a los marines norteamericanos enfundados en el papel de actores humanitarios, distribuyendo alimentos entre la población. No era la primera vez que ocurría. La movilización de Washington tras el tsunami que arrasó el sudeste asiático en diciembre de 2004 fue un esfuerzo que, en contraste con el creciente antiamericanismo tras la guerra de Irak en 2003, mejoró notablemente la imagen de EEUU entre las naciones musulmanas: el numero de indonesios que tenían una imagen favorable de EEUU creció del 15% al 44%, los que tenían una imagen desfavorable descendió del 48% al 13%, mientras que los que se oponían a la guerra contra el terrorismo cayeron del 72% al 36%.
El gobierno de EEUU buscó posteriormente la réplica enviando asistencia a Pakistán tras el terremoto de octubre de 2005, y a Birmania tras el ciclón de mayo de 2008. Acciones que fueron sin duda una expresión de su preocupación humanitaria, pero que políticamente iban a tener sus implicaciones. En el caso de Birmania, cuando la Junta Militar rechazó la ayuda de EEUU, el secretario de Defensa Robert Gates se apresuró a decir, poniendo en evidencia la magnificencia estadounidense, que más gente moriría a menos que el régimen cambiara de postura y dejara de poner obstáculos a la llegada de ayuda. En cuanto al terremoto de Pakistán, antes de la catástrofe sólo el 23% de los paquistaníes se mostraban favorables a EEUU, mientras que después de la ayuda recibida el porcentaje se duplicó hasta el 46%. EEUU también recogió sus dividendos en mejora de la imagen. Tras el terremoto de Pakistán, Robert Kaplan, experto en cuestiones militares, ya afirmó que a pesar de las reticencias fuera y dentro de EEUU a la presencia de militares estadounidenses por el mundo, con los años se verían muchos más pero involucrados en operaciones más relacionadas con desastres naturales que con el terrorismo: “Por nuestra habilidad para desplegarnos rápidamente a un territorio y establecer el perímetro de seguridad, nos estamos convirtiendo en la mayor organización de ayuda en emergencias”.
Los desastres naturales forman parte desde hace años de la amplia gama de amenazas a las que EEUU tiene que hacer frente, y ya es un elemento oficial de la estrategia militar de EEUU, siempre sin olvidar que el proceso de ayuda tras una catástrofe de este tipo debe ser una labor interagencias. La ayuda militar en caso de catástrofes naturales aparece por primera vez en la Revisión Cuatrienal de la Defensa (QDR) de 2006, donde se hacía hincapié en su creciente importancia para los militares norteamericanos. También señalaba que era de interés para la seguridad nacional reforzar, mediante la cooperación y los ejercicios conjuntos, a aquellos gobiernos que se encontraran en clara desventaja para hacer frente a terremotos, huracanes o fenómenos de este tipo. Un año después de la QDR 2006, el ya secretario de Defensa, Robert Gates, junto con el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, elevó los esfuerzos de ayuda ante los desastres como una de las seis principales capacidades descritas en la estrategia de la Armada de 2007 (A Cooperative Strategy for the 21st Century Seapower), un documento que reformula los objetivos estratégicos de la armada por primera vez desde 1982. Según Gates, estos esfuerzos, además de resultar un instrumento efectivo para luchar contra el antiamericanismo y las ideologías radicales, formaban parte de una idea que empezó a utilizar y a desarrollar: el smart power o “poder inteligente”, una combinación del soft power y el hard power. “Estoy aquí para fortalecer nuestras capacidades usando el soft power e integrándolo de la mejor manera posible con el hard power afirmó en 2007. La idea del smart power ha sido posteriormente tomada por el propio presidente Obama y por su secretaria de Estado. Es una concepción que está llevando a EEUU a tratar de reforzar sus capacidades civiles como parte crítica de la política exterior y de la estrategia de seguridad nacional, y a las fuerzas armadas para lleva a cabo cada vez más labores como la de Haití. Esta postura de la que se apropió Gates afectó de lleno al SOUTHCOM (United States Southern Command), cuya área de intereses abarca América Latina y el Caribe, que fue desarrollando sus tradicionales responsabilidades militares hacia cada vez más misiones humanitarias y menos procedimientos defensivos. Una buena muestra es que el SOUTHCOM ha participado en 14 misiones de ayuda humanitaria en América Latina y el Caribe desde 2005. El almirante James G. Staviridis –comandante del SOUTHCOM desde octubre de 2006 hasta finales de 2009– fue quien dio forma en el SOUTHCOM al “poder inteligente” de Gates institucionalizando las misiones humanitarias y la ayuda en desastres naturales. Precisamente en una región dónde la presencia militar de EEUU siempre se ha visto con recelo, marcando en ocasiones las relaciones entre Washington y su hemisferio sur. Staviridis reactivó, además, la IV flota en abril de 2008 bajo la órbita SOUTHCOM para dar respuesta precisamente a desastres naturales, realizar operaciones humanitarias, de asistencia médica, además de combatir el narcotráfico y cooperar en temas ambientales y en tecnología. Una formación sin capacidad ofensiva, ni portaaviones, ni barcos de guerra y cuyo buque más grande es un hospital, como aseguró Thomas Shannon, entonces subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. Sin embargo, su activación no estuvo exenta de críticas desde varios gobiernos latinoamericanos. El SOUTHCOM patrocina ejercicios de preparación, seminarios y conferencias para mejorar la capacidad de reacción y de colaboración entre ejércitos e instituciones para responder rápida y eficientemente ante un desastre. También ha apoyado la construcción y mejora de tres Centros de Operaciones de Emergencia y 13 Centros de Asistencia para Desastres. Los ejercicios de prevención de desastres como los conocidos como Fuerzas Aliadas Humanitarias (FAHUM, Humanitarian Allied Force) o los Trade Wings, que se ciñen exclusivamente al Caribe, son una buena muestra de ello. Además, el barco hospital USNS Comfort, desplegado en Haití tras el terremoto de enero de 2010, ya visitó el país en abril de 2009 como primera parada de una misión de asistencia humanitaria a lo largo de América Latina y el Caribe de cuatro meses denominada Promesa Continua 2009 (Continuing Promise). Y en septiembre de 2008, los militares norteamericanos acudieron a ayudar a Haití después de una serie de huracanes que provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra a su paso.
EEUU no es el único país que ha empleado los instrumentos de hard power para proporcionar ayuda a las víctimas de los desastres naturales fuera de sus fronteras. En Asia –continente azotado por varias desastres naturales en los últimos años–, la India, Japón y, en menor medida, China han suavizado la percepción regional que se tenía sobre ellos haciendo de la asistencia humanitaria una de las principales labores de sus fuerzas militares en su área de influencia. Los propios canadienses han afirmando que su presencia militar en Haití tras el último terremoto es una muestra de su smart power. Y hasta este país caribeño también han llegado los chinos. Curiosamente, fueron los primeros en llegar con un equipo de búsqueda y rescate. Se anticiparon a los norteamericanos por un par de horas.
Críticas
Era previsible, por tanto, que llegara ayuda de EEUU a Haití tras el terrible terremoto. Pero a pesar de los precedentes de EEUU en este tipo de ayuda y de la urgencia de la situación, cuando Obama lanzó la masiva ayuda, incluida la militar, no todos se lo tomaron bien. La presencia de los marines generó alarma, en especial entre algunos países de la región latinoamericana y provocó recelos entre algunas potencias occidentales que no fueron capaces de reaccionar con la misma firmeza. Unas críticas que indicaban, además, la sensibilidad ante la presencia de soldados estadounidenses en un Estado caribeño donde ya habían intervenido en el pasado. No obstante, algunos soldados norteamericanos desplegados en esta última operación se han quejado de que las tropas de la ONU en Haití –establecidas desde 2004 en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH)– habían dejado una mala reputación a los hombres de uniforme.
USNS Comfort (T-AH-20) Barco Hospital de la 4° Flota del Ussouthcom desplegado en Haití
No se hicieron esperar los reproches del presidente venezolano, Hugo Chávez, que acusó a Washington de estar ocupando militarmente Haití de manera encubierta. Llegó incluso a decir que EEUU habría causado el terremoto como consecuencia de unas pruebas de sus fuerzas amadas norteamericanas con “armas tectónicas”, vinculadas al programa HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program) que se desarrolla en Alaska, y que estudia la posibilidad de controlar las capas superiores de la atmósfera con potentes haces de ondas de radio convergentes. La afirmación de Chávez ha demostrado ser totalmente absurda. Las críticas también llegaron desde Bolivia, Cuba y Nicaragua, todos miembros del eje bolivariano. Ecuador, sin embargo, se alejó de estas afirmaciones calificando de “intranscendente” la discusión sobre la llegada de tropas estadounidenses a Haití tras el seísmo, al afirmar que lo importante es que “cuanta más ayuda llegue mejor”. El embajador de Chile en Puerto Príncipe también expresó su crítica a la excesiva demostración e innecesaria agresividad de las tropas de EEUU. Puso como ejemplo el control del aeropuerto internacional por parte de las tropas estadounidenses, que daban prioridad a sus aviones y luego a los demás. Por otro lado, el secretario de Estado de Cooperación francés, Alain Joyandet, afirmó que la ONU debía precisar el papel de EEUU en la ayuda humanitaria a Haití, porque “no se trata de ocupar el país, sino de ayudarle a que recobre la vida”. También varias ONG criticaron la masiva presencia militar de EEUU, sobre todo por ocupar las instalaciones estratégicas haitianas que aún se encontraban en pie y por entorpecer la llegada de la ayuda. Las críticas llegaron también desde Italia por parte del jefe de protección civil, que calificó la operación militar en Haití como bien intencionada pero ineficaz y fuera de la realidad. Ante tantas críticas, tanto el secretario de Defensa como la secretaria de Estado tuvieron que salir al paso para aclarar la labor de las tropas de EEUU en la isla, que acudieron a la llamada de los haitianos.
Cuando ocurrió el terremoto había unas 9.000 tropas de paz de la ONU apostadas en Haití y fueron la primera respuesta lógica al desastre, ya que el gobierno de Puerto Príncipe se vio sobrepasado por la magnitud de la tragedia. Sin embargo, la respuesta de las tropas de la ONU, también muy debilitadas, estuvo muy limitada durante las primeras y críticas 72 horas. El propio Edmond Mulet, director interino de la misión de la ONU, reconoció este hecho, admitiendo haber estado sobrepasado tras el desastre, por lo que la presencia de las tropas estadounidenses fue bienvenida. La misión de la ONU sólo pudo incrementar su nivel de actividad tras el despliegue de los efectivos de EEUU que pusieran en funcionamiento una cadena de suministro para llevar alimentos y medicinas. El 21 de enero la ONU y EEUU firmaron el acuerdo que normalizaba el papel de los militares estadounidenses desplegados.
Las críticas se han acallado prácticamente y EEUU ha reducido a la cifra inicial de 13.000 –que llegaron a ser más de 20.000– el número de soldados destacados en Haití.
Esfuerzo militar
Si era previsible la ayuda de EEUU, la proporción de los recursos militares sí que pudo sorprender por su magnitud. Obama ordenó un despliegue militar de proporciones históricas a pesar de la presión que sabía iba a suponer para unas fuerzas armadas y un presupuesto de defensa que están al límite. Para Haití, Washington se mostró preparado para tensar la cuerda.
Algunas advertían que el tamaño de la movilización militar que se pretendía llevar a cabo iba a suponer un peso extra sobre los hombros de sus ejércitos, desplegados en dos frentes desde hace ocho años: 180.00 efectivos estadounidenses desplegados en Irak y en Afganistán –más 30.000 efectivos adicionales como parte de la nueva estrategia de Washington para Afganistán–. A pesar de algunas advertencias, el Pentágono tuvo que demostrar flexibilidad para encontrar los recursos exigidos por el presidente Barack Obama para volar en ayuda de Puerto Príncipe. EEUU desplegó los primeros días alrededor de 13.000 efectivos para participar en la que denominó operación “Respuesta Unificada” de ayuda a Haití, entre ellos miembros de la segunda brigada y el tercer batallón de la 82 División Aerotransportada del Ejército, compuesta por unos 3.000 soldados, como fuerza de reacción rápida, y más de 2.200 infantes de marina. La misión la completaban los buques Bataan, Carter Hall y Fort McHenry, que forman un Grupo de Asalto Anfibio (Amphibious Ready Group, ARG) Bataan, el de transporte Gunston Hall, el portaaviones Carl Vinson y el hospital Comfort.
El 17 de enero Barack Obama ordenó la movilización de reservistas para participar en la operación. La orden contemplaba el despliegue de una unidad de la Guardia Costera y permitiría efectuar rotaciones de tropas, especialmente del personal médico a bordo del barco-hospital USNS Comfort.
La 24 Unidad Expedicionaria de los marines y el Grupo de Asalto Anfibio Nassau llegaron a la zona el 23 de enero, donde ya se encontraban los 13.000 efectivos estadounidenses. Un cuerpo que incluía helicópteros pesados Ch-53, un avión híbrido de transporte MV-22 Osprey, un batallón de infantería de cerca de 1.200 hombres y varias unidades capaces de llevar a cabo misiones médicas o de transporte. La 24 Unidad Expedicionaria de la infantería de marina y la segunda brigada de combate de la 82 División Aerotransportada del Ejército habían terminado su formación contrainsurgente, y estaban a la espera de poder ser reclamadas para ser desplegadas a Afganistán. Pero se decidió destinarlas a las necesidades urgentes de ayuda humanitaria en Haití. En cuanto a la 22 Unidad Expedicionaria de los marines, unos 1.600 hombres embarcados en ARG Bataan, habían vuelto de Irak hacia tan sólo un mes.
El portaaviones Carl Vinson también fue desviado de su misión –ir desde la costa este hasta el puerto de San Diego en California, bordeando toda América Latina– para acudir a Puerto Príncipe, con 19 helicópteros a bordo encargados de transportar víveres, agua y heridos. Para algunos, EEUU acaba de terminar de agotar sus reservas. El propio general David Petraeus, jefe del CENTCOM (US Central Command) tuvo que desmentir que el despliegue de Haití hubiera tenido alguna consecuencia en los nuevos despliegues hacia Afganistán. El esfuerzo militar llevado a cabo en Haití coincidió además en el tiempo con la publicación de Washington de la Revisión Cuadrienal de la Defensa 2010 (Quadrennial Refense Review, QDR) –un plan de defensa a largo plazo– y el presupuesto de Defensa para este año. La QDR vuelve a hacer hincapié en la ayuda militar ante los desastre naturales, además de hacer frente a varias amenazas de distinta naturaleza, todas ellos a las que se tendrá que abordar con una progresiva disminución de las capacidades militares, como se deduce del presupuesto de Defensa. Otro motivo más que intensificó la idea de que la ayuda militar a Haití estaba tensando al máximo a las fuerzas armadas estadounidenses.
Conclusión: El despliegue militar estadounidense en Haití ha mostrado algo más que la gran capacidad de respuesta que tiene EEUU. Ha acallado momentáneamente las voces que le acusan de descuidar su relación con el hemisferio sur, con el que mantiene unos lazos especiales en los que se mezcla la historia, el comercio, la proximidad geográfica, los flujos migratorios y los problemas de seguridad comunes. Unos vínculos que en caso de Haití son especialmente relevantes. Para ello, Washington ha cargado con un peso extra sus fuerzas armadas, que ya acarrean una gran carga en Afganistán e Irak. Pero no le faltaban motivos: humanitario, de seguridad nacional y diplomático. EEUU ha cooperado en las labores con otros países latinoamericanos, como Brasil, además de coordinar con el gobierno cubano la autorización para llevar a cabo vuelos de evacuación médica de la base naval norteamericana de la Bahía de Guantánamo a Miami a través del espacio aéreo cubano. Una demostración de que las relaciones entre Washington y América Latina funcionan si ambos ponen de su parte.
Las acusaciones de tratar de ocupar militarmente la isla han tenido poco eco y se fueron disipando con el paso de los días, mientras EEUU mantenía su presencia en Haití bajo el liderazgo de Naciones Unidas. Pocas semanas después del inicio de la operación llegaron a haber más de 20.000 efectivos. Después EEUU ha ido recortando paulatinamente su primera misión de asistencia médica, humanitaria y de seguridad sobre todo tras concluir, a finales de febrero, la distribución masiva de alimentos, según lo establecido por el Programa Mundial de Alimentos. Desde el 1 de febrero las Fuerzas Aéreas de EEUU comenzaron a trabajar con los controladores de tráfico aéreo de Haití con el fin de cederles poco a poco la gestión del aeropuerto de Puerto Príncipe. Además, ha mejorado la situación médica en el terreno, por lo que se empieza a requerir menos personal médico norteamericano.
Todavía permanecen en Haití alrededor de 9.000 efectivos –6.000 en el terreno y 3.000 en el mar– con el objetivo de proveer protección, establecer asentamientos, y conducir actividades de desescombro, así como continuar asegurando la distribución de la ayuda. Continúan trabajan con la ONU, la comunidad internacional y local, pero ha ido traspasando responsabilidades mientras las ONG y otras agencias internacionales de ayuda adquieren cada día más compromisos.
¿Cuánto tiempo permanecerán en el terreno? Aún es pronto para decir qué unidades se necesitarán todavía en el terreno mientras continúan madurando las capacidades del puerto, del aeropuerto y del gobierno. Una vez que se consiga la estabilización del país, se necesita un esfuerzo internacional de reconstrucción con un compromiso constante y consistente. La comunidad internacional se ha comprometido, en la reciente cumbre de Montreal, a permanecer en Haití durante al menos una década, el tiempo que estiman necesario para reconstruir el país más pobre de Latinoamérica, aunque algunos expertos auguran que se necesitará mucho más tiempo. Se prevé una próxima conferencia de donantes que tendrá lugar en Nueva York, y que liderará EEUU, que mantendrá su compromiso con Haití el tiempo que sea necesario.