Con un Fidel Castro que ya no tiene cómo incidir y un Estados Unidos que perdió influencia en su patio trasero, a Lula le tocará ser árbitro del nuevo 'round' de Uribe y Chávez. Ya llegó finalmente, la hora en que a Colombia le toca pasar al tablero de Unasur. El presidente Álvaro Uribe, que se negó a asistir a la cumbre de Quito para evitar una encerrona, tendrá que darle explicaciones a todo el vecindario sobre el acuerdo que va a firmar con Estados Unidos para permitirle el uso de siete bases militares colombianas.
La cita es este viernes y la organizó la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, en Bariloche. Y con un gesto de cortesía, dijo: "Es imprescindible que invitemos al presidente Uribe a un lugar donde no tenga la sensación de que hay hostilidad contra él". Se trata de un pulso clave en el hemisferio porque se va a medir cómo están las fuerzas de Colombia y las de Venezuela, que es el país que mayor molestia ha expresado por la presencia de militares norteamericanos en bases colombianas. "Soplan vientos de guerra en la región", fue lo que dijo hace 15 días en Quito el presidente venezolano, Hugo Chávez. Al roce de Uribe y Chávez se suma el hecho de que esta cumbre es una prueba de fuego para Unasur, la criatura que Brasil creó hace más de un año para marcar su territorio de influencia frente a Estados Unidos, en su ánimo de convertirse en un actor de alcances globales. ¿Qué puede ocurrir en Bariloche? Todos están moviendo sus fichas en una silenciosa batalla diplomática. La estrategia de Colombia comenzó con la gira relámpago de Uribe para ponerles la cara a siete de sus homólogos. Después, el canciller Jaime Bermúdez envió cartas a los 11 cancilleres de Unasur en la que les pide que en la cumbre se discuta también la compra de armas y los acuerdos con potencias como Rusia e Irán por parte de otros países (Venezuela, Bolivia y Nicaragua) o tratados de defensa militar mutua incluidas la posibilidad de instalación de bases militares en Latinoamerica por parte de Rusia e Irán, como es el caso de Venezuela. Y, en tercer lugar, el presidente Uribe le ha tendido una rama de olivo a su colega Rafael Correa, de Ecuador, quien, como presidente de Unasur, puede incidir en el tono que tome la cumbre. Mientras tanto, en el otro bando, el presidente Hugo Chávez también mueve sus alfiles. El domingo de la semana pasada publicó en los periódicos de las capitales de Suramérica un aviso pagado de página completa, firmado por él, en el que dice que las bases son una amenaza continental e intenta, al mencionar la Amazonía, despertar simpatía en el pueblo brasileño. "Parte de un plan político y militar orquestado para acabar con Unasur, además de ser la más grande amenaza en este momento histórico para las infinitas riquezas que yacen en nuestro continente, esto es: el oro negro, nuestro petróleo (...) el oro verde, nuestra Amazonía", reza el aviso. Con todas esas municiones diplomáticas guardadas en la recámara llegan los dos países sin saber muy bien qué puede pasar. En otras épocas, se podría esperar que apareciera un Fidel Castro para limar las asperezas o un Estados Unidos que mandara a callar a los países traviesos de su patio trasero. Pero con un Castro que ya no manda y un Estados Unidos que perdió peso en la región, ahora le toca a Brasil hacer el papel de mantener su vecindario en orden. ¿Qué tan dispuesto puede estar el presidente Lula Da Silva a resolver esta nueva crisis? A Lula no le gustó ni poquito lo de las bases, él mismo se encargó de decirlo en público y a Uribe en privado. "Para Brasil la salida de Estados Unidos de la Base de Manta en Ecuador era muy significativa porque Suramérica volvía a estar libre de presencia militar de Estados Unidos -explica el experto Juan Tokatlián-. Pero cuando aparece el tema de las bases en Colombia se vuelve a alterar todo el cuadro. "Es un golpe muy significativo para Brasil". Como si fuera poco, la creación del Consejo Suramericano de Defensa -hijo predilecto de Unasur-, que Lula logró crear en marzo de este año tras un titánico esfuerzo de convencimiento a los países miembros quedó vuelto añicos. "Con la decisión de las bases, la gran criatura de Brasil se vuelve un tigre de papel", anota Tokatlián. Se refiere a que dicho Consejo habla de adoptar un método estandarizado para medir las compras de armas y potenciar la capacidad regional de sistemas de defensa y tecnología militar y, a pesar de ello, Colombia nada comentó del acuerdo militar que estaba a punto de firmar con Estados Unidos.Sin embargo, esa molestia no parece tener un impacto en el corto plazo para las relaciones con el gigante suramericano. En primer lugar, por el talante de la diplomacia brasilera, que se ha destacado por el consenso o el llamado poder blando -en contraste con el duro que es el militar- y no se va a meter en peleas con Colombia. En segundo lugar, porque tampoco se la va a jugar con los países del bloque Chávez, que le han hecho varios desplantes como el de la privatización del gas boliviano, que provocó serios perjuicios a la brasilera Petrobras, y la decisión de Ecuador de no pagar una deuda a otra empresa carioca. La tercera razón, y tal vez la de mayor peso, es que para graduarse de potencia, Brasil tiene que demostrar que es capaz de mantener en orden su vecindario. Y en este caso, en particular, se está poniendo a prueba la efectividad de su criatura, Unasur, que algunos ven como la punta de lanza de su proyecto de hegemonía en la región.Unasur es como un grito de independencia de esta parte del continente frente a Estados Unidos. A pesar de las diferencias ideológicas, Lula logró convencer a los otros 11 países de Suramérica para que hicieran parte de este nuevo sistema de integración, en donde no le compite ningún otro poder regional como Estados Unidos -que está en la OEA- ni México -que está en el Grupo de Río-.Con todos estos argumentos sobre la mesa y ante un acuerdo que no tiene reversa, lo mejor que puede hacer Brasil es convertir la derrota -que Estados Unidos se meta de nuevo en el vecindario- en una victoria. Por eso la insistencia de Lula en que Unasur se reúna con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para discutir el acuerdo. Es decir, trata de pasar del plano del regaño doméstico, a la conversación tête-a-tête con la superpotencia. "Si la cumbre toma un buen camino, la posición de la región para el diálogo con Estados Unidos será todavía más fuerte", declaró el vocero de Lula, Marcelo Baumbach. La posición de Lula, según Baumbach, es "establecer garantías jurídicas de que las bases no serán usadas en acciones contra terceros países". En su afán de impedir que la reunión de Unasur termine en un zafarrancho, Lula está dialogando con los presidentes, en particular con el boliviano Evo Morales, quien propuso en Quito que los países que permitan la instalación de bases militares de Estados Unidos sean expulsados de Unasur. También llamó a Cristina para advertirle, según trascendió en Brasil, que la cumbre debe dar resultados concretos, para que no salga "una foto del 'impasse'" sino una de "la búsqueda de un entendimiento, aunque no sea total". Este será una especie de segundo round de alcances continentales. El primero fue el de la Cumbre de Río en República Dominicana en el que, hace un año, Uribe fue llamado a responder por el ataque aéreo en territorio ecuatoriano que dio lugar a la muerte del jefe de las Farc 'Raúl Reyes'. En esa ocasión, luego de insultos, frases memorables, algo de folclor y caras amargas, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, logró que Uribe se disculpara, y Uribe, a su vez, encajó una declaración de rechazo, pero conjuró una de condena. Para la cumbre de Bariloche se espera que ocurra algo similar. El uso de bases colombianas por parte de militares estadounidenses genera malestar en la mayoría de los presidentes con pasado izquierdistas, no así en la amplia mayoria de la ciudadanía por considerar a Hugo Chávez el verdadero peligro para la región. Pero el resultado para Colombia puede no pasar más allá de una recriminación. No sólo porque, a diferencia de entonces, hay quienes lo apoyan, como Chile y Perú, y quienes piden que no se trata de poner en el banquillo de los acusados, como el presidente Fernando Lugo, de Paraguay, sino que Ecuador, como presidente, y Argentina, como anfitrión, no están dispuestos a que la cumbre se les salga de las manos. Ni qué decir de Brasil. Un poder regional que ambiciona ser un actor global no puede tener un vecindario en llamas.