El diario 'The New York Times' revela los nombres y perfiles de los espías de EE UU que murieron en el atentado suicida del 30 de diciembre en Afganistán
*SHERYL GAY STOLBERG / MARK MAZZETI (NYT)
En otoño de 2001, cuando un país angustiado trataba de asimilar los atentados del 11-S, una especialista en economía de habla suave llamada Elizabeth Hanson empezaba a escribir su tesis doctoral en el Colby College de Maine. La pregunta que se hacía era oportuna: ¿cómo aplican los principios económicos las tres religiones más importantes del mundo?
El informe de Hanson, Faithless Heathens: Scriptural Economics of Judaism, Christianity and Islam tenía un título mucho más provocativo que sus contenidos, según el catedrático que la asesoró. Pero dio una pista sobre su carrera futura en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como especialista en perseguir a extremistas islámicos.
Esa carrera terminó de golpe la semana pasada: Hanson era una de los siete estadounidenses muertos en el atentado suicida en una base de la CIA en las montañas de Afganistán.
En los días posteriores al atentado, han empezado a conocerse poco a poco detalles sobre las vidas de las víctimas (cinco hombres y dos mujeres, entre ellos dos contratistas de la empresa antes conocida como Blackwater), a pesar de la naturaleza secreta de su trabajo. Lo que se desprende es una ojeada pública poco habitual a una sociedad cerrada, una mirada furtiva a un pedacito de la agencia de espionaje tal y como es, más de ocho años después de que la CIA se viese empujada a la primera línea de batalla.
Sus muertes han sido un mazazo importante para el organismo, y han mutilado a un equipo encargado de recopilar información sobre las redes de militantes en Afganistán y Pakistán, y de planear misiones para matar a los máximos dirigentes de Al Qaeda. Y en lo que constituye un signo de cómo el bastión de la CIA, antes dominado por los hombres, ha cambiado en los últimos años, el atentado ha revelado que una mujer había estado a cargo de la Base de Operaciones Chapman, en Khost.
Humam Jalil Abu Mulal al Balawi
El jefe de operaciones de Al Qaeda en Afganistán publicó ayer una declaración elogiando el trabajo del terrorista suicida, el doble agente jordano Humam Jalil Abu Mulal al Balawi, y señaló que el atentado fue una venganza por los asesinatos de una serie de importantes líderes de militantes en los ataques con aviones no tripulados de la CIA. "Detonó su magnífico, asombroso y bien diseñado dispositivo explosivo, que no llegaron a ver los ojos de aquellos que no creen en el más allá", dijo el dirigente de Al Qaeda, Mustafá Abu al-Yazid.
Las víctimas procedían de todos los rincones de Estados Unidos, pero habían terminado coincidiendo en una de las zonas más peligrosas del mundo. Varios tenían formación militar. Uno de los empleados de la CIA fallecidos, un agente de seguridad llamado Scott Roberson, había trabajado de forma secreta como detective de narcóticos en la Policía de Atlanta y pasó algún tiempo en Kosovo trabajando para la ONU.
Otro, Harold Brown Jr., era un ex reservista del Ejército y padre de tres hijos que había hecho un breve viaje a casa desde Afganistán para ayudar a su familia a trasladarse a una nueva casa en una zona residencial del norte de Virginia. La madre de Brown, Barbara, decía en una entrevista que su hijo (ella creía que trabajaba para el Departamento de Estado) tenía intención de pasar un año en Afganistán y volver a casa en abril. No le entusiasmaba el trabajo, decía ella, y hablaba poco sobre él.
La jefa de la base, una veterana del organismo, había viajado a Afganistán el año pasado como parte de un intento de la CIA por reforzar su presencia en la zona en guerra. Tras consultar con el organismo de espionaje, The New York Times está reteniendo información sobre la mujer. La CIA no ha querido hacer comentarios sobre la identidad de ninguno de los empleados. Algunos de los nombres salieron a la luz a través de miembros de las familias. El nombre de Hanson apareció por primera vez en The Daily Beast, una revista en Internet.
En una entrevista telefónica, su padre, Duane Hanson, contó que un funcionario del organismo le había llamado unos días antes para hacerle saber que su hija, que según él habría cumplido 31 años el próximo mes, había sido asesinada. Él sabía poco de su trabajo, aparte de que había estado en Afganistán. "Le rogué que no fuera", recordaba. "Le dije: '¿Sabes lo peligroso que es aquello?'. Es un sitio para soldados".
La otra mujer asesinada, la jefa de la base, formaba parte, antes de los ataques del 11-S, de un pequeño grupo antiterrorista encargados de encontrar a Bin Laden.
Un ex agente recuerda que la mujer tenía un conocimiento aparentemente enciclopédico de los principales dirigentes de Al Qaeda y estaba tan familiarizada con las distintas permutaciones de los nombres de los líderes que podía tomar fragmentos de información y construir con ellos un mosaico de las operaciones de Al Qaeda. "Fue una de las primeras personas del organismo que se enfrentó a Al Qaeda en serio", dice el ex agente que, como otros de los entrevistados para este artículo, habla de forma anónima porque la identidad de las víctimas sigue siendo confidencial.
Dos de las víctimas, Jeremy Wise, de 35 años, un ex miembro de las tropas especiales de la Armada originario de Virginia Beach (Virginia) y Dane Clark Paresi, de 46 años, de Dupont (Washington), eran agentes de seguridad de Xe Services, la empresa antes conocida como Blackwater.
The Jeremy Wise Memorial, en Facebook, tiene ya 3.189 seguidores y está lleno de recuerdos sobre la infancia de Wise como hijo de un médico en Arkansas; sus padres viven en Hope, la ciudad natal de Bill Clinton. "Descanse en paz, Jeremy Wise, héroe estadounidense", escribía alguien.
Fuentes oficiales en Afganistán y Washington afirman que el grupo de la CIA en Khost había sido agresivo en los últimos meses contra la red Haqqani, un grupo que ha reivindicado docenas de muertes de estadounidenses en Afganistán. Un funcionario de la OTAN hablaba en términos escuetos sobre el atentado, afirmando que había "eliminado de forma efectiva una estación clave".
"Éstas no eran personas que escribían las cosas en un ordenador o en cuadernos de notas. Todo estaba en su cabeza", dicen fuentes oficiales. La CIA está "tirando gente nueva en todo el mundo, pero ¿cuánto se tardará en reconstruir las redes? Gran parte de ello es irrecuperable".