El martes, la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, anunció que contaba con el acuerdo de los cinco miembros permanentes y con derecho de veto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, incluyendo Rusia y China, y añadiendo Alemania, para imponer una cuarta ronda de sanciones a Irán, más dura que todas las anteriores, por su programa nuclear.
Al día siguiente, es decir, ayer, este consenso ya presentaba fisuras: Rusia matizaba que había un principio de acuerdo sobre un borrador de la ONU, no sobre un texto cerrado.
Por su parte Teherán insiste en que su programa nuclear es para usos pacíficos, pero el grado de cumplimiento de su obligación de informar a la Agencia Internacional de la Energía Atómica deja mucho que desear. Luego está la contradanza diplomática que se llevan Obama y Ahmadineyad, destinados al parecer a pisarse los pies en todas las esquinas del baile. Si el primero va de multilateral y amigo de la Alianza de Civilizaciones, el segundo no renuncia a ser el Fidel Castro del mundo musulmán. Nada más faltaba el reciente anuncio de un acuerdo con Turquía y Brasil para que estos países refinen el uranio iraní, un trato que Teherán rechaza cuando viene de las potencias occidentales clásicas. Y es que su juego es divide y vencerás.
De ahí la celeridad de Clinton para poner sobre la mesa el borrador de una cuarta batería de proactivas sanciones contra Irán :
-Prohibición de que la comunidad internacional venda a Irán hasta ocho tipos de armamento pesado
-Control de todos los barcos que vayan o vuelvan de Irán, o que sean sospechosos de comercializar con este, en los puertos y en las aguas jurisdiccionales, incluso en alta mar
-Boicot a los bancos iraníes para operar en otros países y prohibición a los de otros países de operar en Irán
-Boicot a todas las instituciones y transacciones financieras conectadas con la Guardia Revolucionaria iraní
-Custodia del programa nuclear
De llegar todo esto a aplicarse, que está por verse, sería un duro y férreo control no sólo para Irán sino para los que traten con el, como Turquía y Brasil se acaban de comprometer a hacer y como China y Rusia ya venían haciendo. Se entienden así más que se explican los matices rusos, advirtiendo que a ellos no les queda tan claro que se puedan registrar navíos en alta mar, e instando a Estados Unidos y a sus socios europeos a desistir de nada demasiado unilateral. No sería la primera vez que las sanciones más ambiciosas quedan en nada y sin modificar ni un ápice la política iraní: es lo que ha pasado en las ocasiones anteriores.