*Cristian Leyton Salas
La encuesta Ipsos, publicada el 15 de noviembre y realizada para el diario peruano El Comercio nos entrega los siguientes datos. Desaprobación del mandatario Alán García: 66 %; Gobierno 72%; Congreso del Perú: 83%. Con tan solo esos datos podemos intentar explicar la actual escalada mediática y el manejo circense que Torre Tagle y la Presidencia del Perú están dando a un supuesto caso de espionaje de un agente de inteligencia de le FAP a favor de Chile.
No hay nada nuevo en el comportamiento peruano hacia Chile. La estrategia de “debilitamiento” de la imagen de Chile en el exterior sigue su curso. El régimen peruano sigue utilizando a Chile como una válvula de ajuste interna. Se insiste en la debilidad de la capacidad de disuasión política chilena frente a este actor regional. Podemos poseer recursos disuasivos político-militares o estratégicos, pero carecemos de aquellos que persuaden, coaccionan o disuaden actitudes políticas hostiles permanentes y sistemáticas, como es el caso peruano. La credibilidad de la amenaza política está ausente de la relación que mantenemos con la clase gobernante limeña.
No hay nada nuevo en el comportamiento peruano hacia Chile. La estrategia de “debilitamiento” de la imagen de Chile en el exterior sigue su curso. El régimen peruano sigue utilizando a Chile como una válvula de ajuste interna. Se insiste en la debilidad de la capacidad de disuasión política chilena frente a este actor regional. Podemos poseer recursos disuasivos político-militares o estratégicos, pero carecemos de aquellos que persuaden, coaccionan o disuaden actitudes políticas hostiles permanentes y sistemáticas, como es el caso peruano. La credibilidad de la amenaza política está ausente de la relación que mantenemos con la clase gobernante limeña.
Tratar de comprender esta actitud de Torre Tagle y su presidencia requiere reiterar lo que ya hemos señalado: existe una campaña de desprestigio hacia Chile, asociándolo a un comportamiento hostil y de naturaleza belicista, ad portas la entrega de la contra demanda en marzo ante La Haya.
Por otro lado, aparece la campaña regional pro desarme peruana destinada al fracaso. En el eje Colombia /Venezuela no están interesados en controlar sus gastos en defensa, menos aún hoy cuando el ministro venezolano señala que están en una actitud prebélica… cuando Bolivia y el Gobierno de Evo señala su intención en modernizar parte de sus capacidades bélicas y cuando Brasil avanza un Pacto de No Agresión bajo una premisa realista de las relaciones regionales. Torre Tagle necesita, al igual que toda la clase política peruana, reivindicar su legitimidad interna, en particular frente al clima pre electoral que ya se respira en dicho país. Para ello utiliza recursos externos cohesionadores.
Si a lo anterior sumamos la noticia del Pentágono estadounidense que transparenta la intención chilena en orden a adquirir sistemas de armas defensivos, pero que sobre todo avala la postura chilena en orden a establecer que dichas adquisiciones no generan “desequilibrios” militares ni políticos en la región (Perú posee los misiles rusos R77 (AA-12 Adder), podemos constatar que la Cancillería peruana enfrenta un escenario de fracaso diplomático de envergadura.
La escalada diplomática y política del Gobierno de García en contra de Chile responde a otra parte de esa campaña, que ya no es bilateral sino que busca ser regional, multilateral. En este multilateralismo, los Estados Unidos aparecen como un importante aliado chileno. No es menor que se señale a Chile como “una importante fuerza para la estabilidad política y el progreso económico de Sudamérica”, y que se establezca que dichas adquisiciones se insertan en el objetivo de “generar una mayor interoperabilidad entre Chile, los EE.UU. y sus Aliados”. No es el Estado chileno quién lo declara, sino que el Pentágono.
La actitud peruana indica una nueva postura, que al parecer intenta explotar una ventana de oportunidad institucional chilena que no es otra cosa que la fase de debilitamiento político natural del sistema político chileno ad portas la elección presidencial. Se podría estar buscando probar la capacidad de respuesta política chilena en el ámbito regional, vecinal y bilateral.
Se hace imperativo construir una capacidad disuasiva política creíble. Transformar el potencial económico, político, social cultural y estratégico en capacidades de influencia, al menos defensiva, tal y como lo señaló en su momento Raymond Aron. Particularmente necesaria es el generar una disuasión política específica hacia el vecino nortino. La razón es simple: una señal de debilidad política puede transformase en otra de debilidad político-estratégica, debilitando, con ello, la credibilidad de la amenaza disuasiva chilena.