Mientras que el mundo entero se debate sobre si se está tocando el fondo de la crisis o todavía queda lo peor por vivir, Israel acaba de hacer público su crecimiento en el último trimestres del 4% y que espera alcanzar el 5% en este año 2010.
Y con un déficit público que no supera el 3%. Hay muchos factores que explican este cuadro tan positivo, como algunas de las decisiones adoptadas por el primer ministro Netanyahu de liberar buena parte del suelo público para permitir la expansión de las zonas urbanas. Pero también el hecho de que Israel se haya constituido como un centro de excelencia en altas tecnologías que están presentes en productos de medio mundo.
El segundo milagro israelí, de hecho, reside en promover esa cultura de la excelencia a pesar de tener que estar luchando todos los días desde su creación, militar y diplomáticamente, por su propia existencia. No hay ningún otro país en el mundo que teniendo que revalidar su legitimidad y defender activamente su derecho a vivir seguro y en paz, no haya caído en un régimen espartano, militar o dictatorial. Israel, a pesar de todo, sigue siendo una democracia como otra cualquiera.
Y el tercer milagro es que lo siga siendo en medio de un mar no sólo de hostilidades, sino de regímenes corruptos, totalitarios y fundamentalistas, con dirigentes sólo motivados por acumular más riqueza personal o permanecer en el poder a toda costa. Esto es, sin escrúpulos para pisotear los más básicos derechos políticos y violar regularmente los derechos humanos.
Mientras, los ayatolás de Irán denuncian la agresión judeo-británico-americana que supuestamente habría acabado esta semana con la vida de uno de sus científicos nucleares. Pero dicho científico era un disidente que pensaba marcharse de Irán en breve… y el régimen de Teherán sigue condenando a muerte a varias mujeres por adulterio.
Es un milagro que Israel, lejos de contaminarse de estas prácticas barbáricas, siga siendo el único faro democrático y occidental en toda la región.
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