La extraordinaria proeza chilena de rescatar 33 mineros sepultados bajo 700 metros de tierra en un esfuerzo jamás vistos antes, sobrecoge y emociona aun a la distancia.
El hombre llegó varias veces a la luna pero nunca antes había podido extraer con vida a seres humanos atrapados a tantos metros de profundidad en nuestro propio planeta.
Para nosotros, los argentinos, las imágenes trasmitidas desde el Campamento Esperanza cuando los mineros empezaron a emerger a bordo de la capsula Fénix deben ser particularmente tocantes.
No sé si será que lamentablemente hemos perdido el recuerdo de los modales amables, de las palabras educadas, de los músculos faciales distendidos, de las formas jerarquizadas del habla y de la presencia física, desde la modestia en el vestir hasta la sonrisa ubicua, pero lo cierto es que ver al presidente Piñera enfundado en una campera roja -como su ministro Golborne- hablando con el corazón en la mano, segundos después del primer izamiento, a mí, particularmente, me hizo sentir una profunda consustanciación con esas maneras suaves y educadas que contrastan tanto con nuestras costumbres toscas y orilleras.
Ese choque tan fenomenal entre una presencia humilde, pero que pronunciaba palabras llenas de valor, de coraje verdadero y de fortaleza ante la adversidad, se me representó como un formidable choque con lo que vemos día a día en nuestra ajetreada Argentina.
La confusión de la valentía con el patoterismo más arrabalero, del coraje con la bravuconada baja, del valor con el grito exasperado y amenazante, no dejan de sobresalir cuando nos encontramos con discursos medidos, con palabras que tienden la mano al otro, con conceptos que convocan a la unidad, a la armonía y a la concordia de un país entero.
El presidente Piñera tiene un sino muy particular. Después de haber perdido otras carreras presidenciales, se aprestaba a asumir su mandato cuando un cruel terremoto le rompió el país en mil pedazos.
Todas las ilusiones de una vida trazando planes de ensueño se desplomaron en unos segundos de temblor. Todo el esfuerzo puesto a producir un salto sostenido en el desarrollo del país, basado en la construcción democrática de los presidentes que lo precedieron, debió ser cambiado de urgencia a un programa de reconstrucción inmenso, multimillonario.
Luego esto. Treinta tres personas sepultadas en perfecto estado de salud pero con esperanzas mínimas de ser rescatadas en la profundidad de un desierto inhóspito.
Y, sin embargo, allí estaba. Sonriente por haber culminado con éxito la decisión que tomó de poner todos los recursos disponibles del país para traer a esas personas de nuevo a la superficie.
Su ministro Golborne, un hombre joven bien formado, culto, con sapiencia técnica en las artes que se necesitaban en esta hora, con capacidad para comunicarse en inglés (igual que el presidente) con cualquier nativo de esa lengua, sin necesidad de que ningún interprete los auxilie.
Se trata de una elite. Chile ha decidido ser gobernado por elites. Con ideas diferentes Aylwin, Frei y Bachelet también forman parte de esa elite preparada para gobernar, que no es demagógica y que no aspira a ser como la masa, para llevar al pueblo a un mejor nivel de vida. Una elite patriota.
La Argentina ha perdido ese contacto con la jerarquía y con el buen saber. Lo ha mancillado. Cree que para gobernar hay que tener los modales de aquellos a quienes el gobernante debería, en realidad, ayudar a mejorar. Está convencida de que ser “nacional y popular” significa no estar formado, no ser un profesional… Cree en definitiva que el barrabravismo futbolero servirá para que la gente eleve su condición. Es el gobierno de los peor formados.
Como ha dicho Vargas Llosa, el reciente Premio Nobel de Literatura, es una pena que este país haya caído tan bajo en sus valoraciones culturales, intelectuales y educativas.
Y no es para nada extraño que un país que ha llevado al gobierno a los mejores hombres y mujeres, haya emergido hacia la cima de las condiciones económicas de la región del mismo modo que los 33 mineros chilenos emergieron hacia la superficie de una tierra mejor.
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