Trece días antes de traspasar el mando, a la presidenta Michelle Bachelet y a Chile no les pudo pasar mayor desgracia. Un terrible terremoto, en intensidad cincuenta veces mayor que el de Haití, arrasó la mitad sur del país. En su paso arrastró la popularidad de la primera presidenta mujer.
Carmen de Carlos
La devastación natural del seísmo vino acompañada de una respuesta inadecuada a la gravedad de la catástrofe. Las imágenes de parte de Chile tomada por los saqueos han dolido tanto como la sacudida de 8,8 del pasado sábado que, a fecha de hoy, arroja un saldo mortal que roza el millar de personas. La lentitud del Gobierno para sacar al Ejército a la calle sumada a su empecinamiento inicial en negar el maremoto que ha modificado el mapa de la costa chilena, ha comenzado a pasarle factura a una mujer que hasta hace apenas diez días podía presumir de tener un índice de aceptación superior al 70 por ciento.
El «síndrome del pato cojo», como se refieren en la otra América (del norte) para referirse a los presidentes que tienen sus días contados, lo encarna en este momento mejor que nadie Bachelet. "El terremoto pilló al Gobierno con las maletas hechas y la guardia baja", analiza el politólogo Patricio Navia.
De norte a sur, a lo largo de casi dos mil kilómetros, el desencanto y la decepción van en aumento a medida que transcurren los días.
De la región de Atacama hasta la de la de los lagos, en plena Patagonia, no daban crédito al autismo de la Casa de la Moneda, sede del Ejecutivo.
Paula Heredia huyó a los cerros desde Talcahuano (Concepción) por temor al tsunami. No pudo volver a lo que quedó de su casa hasta el miércoles que se produjo el primer desembarco perceptible de tropas, por temor a los vándalos. El martes, cuatro días después de la sacudida, recordaba, "Yo tuve que salir con lo puesto. Desde entonces no tenemos luz ni agua, ni alimentos y la benzina (gasolina) se nos acabó por la mañana. En la calle saquean todo y todavía no he visto un militar. ¿Donde están los carabineros? Y usted me pregunta que pienso de la presidenta? Ya se puede hacer idea".
Paula votó a Bachelet y en las últimas elecciones de enero lo hizo por Frei. A diferencia suya, Irma Plasencia, regente de una estación de servicio a 70 kilómetros de Chiyan y a quinientos de Santiago, es leal a Sebastián Piñera . "Yo lo que digo es que la presidenta reaccionó tarde. Ahora este desastre le va a tocar arreglarlo a Piñera y no sé si va a poder. Ella se ha dedicado a regalar subsidios pero no a generar trabajo. Ha impuesto la cultura del perezoso".
El reproche por no recurrir a las Fuerzas Armadas se repite de un lado a otro pero con especial rabia en las regiones más afectadas. "El 95 por ciento del desastre, por no estar los militares, lo ha causado la gente. Si la autoridad se hubiera puesto los pantalones nada de esto habría pasado. El terremoto no se pudo evitar, lo demas sí", insiste el industrial Patricio Muñoz en Concepción. "El porcentaje de adhesión de la señora no es real" repetía el maestro metalúrgico Juan Iubini, "su apoyo está comprado con la entrega de subsidios. No ha generado mercado laboral. Lo que ha hecho con eso es impulsar una economía en negro".
Tampoco a Bachelet se la vio sobre el terreno de las zonas más afectadas como la región del Bio Bio y Maules. "Chile es tan centralista que se preocupan porque se rompe un semáforo en Santiago pero nosotros tenemos un terremoto de más de ocho grados y parece que no se enteraba", comenta el periodista Mauro Mossciatti.
En Pelluhue, a cincuenta kilómetros de Constitución, Claudio Missareli, jefe de Oncología del Hospital de Valdivia, se lleva las manos a la cabeza. "No tienen vergüenza. Dijeron que no había tsunami, que no hacía falta ayuda internacional, dan cualquier cifra de desaparecidos y muertos... El gobierno se las dio de gallo de pelea mientras Chile se hundía. Ahora llegan tarde. La presidenta no puede esperar que la aplaudan".
Sólo trece días antes de entregar el mando la naturaleza le hizo a Bachelet la peor despedida que pudo imaginar. Ahora, eso está garantizado, no lo olvidará.
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