Por sus frutos los conoceréis” dice San Mateo y cuando se trata de políticos, siempre es más seguro considerar lo que hacen por sobre lo que dicen a la hora de evaluar conductas.
A pesar de que la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner se basó en la promesa de mejorar el posicionamiento del país en el contexto internacional, el rumbo de política exterior elegido por el matrimonio ubicó a la Argentina en un eje marginal y allí se mantuvo sin modificaciones en los períodos de ambos consortes. En primer lugar alentaron al extremo la manía regional de agruparse con los vecinos como si la cercanía geográfica determinara, de por sí, coincidencia de metas y sin admitir la raíz común de la plena coincidencia en los errores, fallidos y estancamientos compartidos. Luego, de entre esos cercanos eligieron preferidos y marcaron notables diferencias de trato e intimidad.
Desde entonces, una debilidad irracional por la dictadura cubana y por el locuaz Hugo Chávez ha sido el signo de la política exterior argentina de los últimos siete años lo que podría interpretarse como una inclinación inocultable por los regímenes autoritarios, generadores de pobreza y atraso. Esa primera definición dio marco para alineamientos sucesivos: sobria y escasa relación con Estados Unidos y Europa, aislamiento progresivo, imposibilidad genética para la resolución de diferendos y acercamiento al mundo árabe.
Que la Secretaria de Estado Hillary Clinton inicialmente no incluyera una escala en Buenos Aires dentro de su gira latinoamericana no es distinto de lo ocurrido con Angela Merkel en su oportunidad, Nicolás Sarkozy o los reyes de España cuando visitaron la región. Las respectivas agendas también excluyeron a la Argentina.
Casi como un efecto espejo, el presidente de la conflictiva Irán Mahmud Ahmadineyad y su aliado sirio Bachar Al Asad en sus recorridas por América Latina saltearon las democracias políticamente más consolidadas de Chile, Colombia, Perú, Uruguay y México para recalar exclusivamente en las capitales emblemáticas del eje chavista-iraní: Caracas, La Habana, San Pablo y Buenos Aires.
La reciente visita del líder sirio a la Argentina reafirma la ubicación política de la actual administración en materia internacional y echa por tierra las especulaciones que surgieron alrededor del reemplazo del canciller Jorge Taiana por Héctor Timerman apenas una semana antes de la mencionada presencia. Auspiciosos análisis pretendieron interpretar un giro a favor de occidente, alineación con Washington en la guerra contra el terrorismo internacional y discreto alejamiento de las dudosas compañías de Chávez y Lula Da Silva.
Nada de eso sucedió ni sucederá. Cuantiosos y turbios negocios mantienen más viva que nunca la alianza entre los Kirchner y Hugo Chávez, más aún por estos días en que la justica argentina investiga una compleja trama de transacciones entre ambos países que involucran millonarias irregularidades. Se trata de la pulseada política más seria que le ha tocado enfrentar al gobierno de Cristina Kirchner y que empezó apenas unas semanas después de su asunción cuando un personero del presidente venezolano fue detenido en la aduana argentina intentando ingresar con 800.000 dólares destinados a colaborar con su campaña proselitista, según manifestó el portador.
Mientras tanto, la oposición política en el Congreso Nacional, en una tarea independiente del trámite judicial, avanza con esfuerzo en el esclarecimiento de los hechos en medio de una maraña de silencios y presiones. Intercambio de petróleo, maquinarias, granos, influencias, dinero y favores amenazan con rozar las más altas investiduras.
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