*Por Augusto Álvarez Rodrich
La presión de un negocio de US$ 1,100 millones anuales.
Ya no debiera haber duda de que el crecimiento del narcotráfico es una de las amenazas más importantes para la gobernabilidad en el Perú y de que no se están aplicando las acciones requeridas para detenerlo.
Una nueva oportunidad para constatarlo fue el reciente foro ‘Reforma del Estado para construir una visión de futuro’ organizado por la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Católica, dirigida por Henry Pease, en un debate sobre el replanteo de prioridades frente al peligro del narcotráfico.
El último par de décadas trajo en el Perú un fuerte crecimiento económico gracias a un buen manejo de la macroeconomía, pero esto no ha tenido un correlato similar en el avance de las áreas sociales ni en la eficiencia y solidez del aparato estatal.
Por ejemplo, la seguridad. Que se haya estado discutiendo que, por razones de seguridad, la definición del campeonato nacional entre Alianza Lima y la ‘U’ se podría jugar en Matute y Ate pero a puerta cerrada, o en Miami, refleja que tenemos un ‘problemilla’ complejo por resolver en seguridad pública.
Una diferencia clave entre los países que saltaron del subdesarrollo a la primera liga mundial –Singapur, Nueva Zelanda, Taiwán, Irlanda, etc.– y los que básicamente crecen –como el Perú y otras naciones latinoamericanas– radica en la existencia de un sistema político que funciona bien para la misión fundamental de procesar con eficiencia las demandas sociales y que cuenta con un Estado capaz de brindar una oferta básica de servicios públicos en educación, salud, seguridad o justicia.
Eso no existe en el Perú pues el sistema político ha colapsado –con la evidencia de los partidos como momias–, mientras el Estado sigue siendo una calamidad que ni siquiera puede reconstruir el sur chico post terremoto.
Asimismo, ese Estado es frágil y vulnerable frente a intereses particulares que buscan orientar las decisiones públicas a su favor. El ‘interés particular’ más fuerte es hoy el del narcotráfico, una de las industrias más dinámicas y exitosas que le deja a las ‘firmas’ nacionales alrededor de US$ 1,100 millones anuales.
¿Se imaginan todo lo que se puede hacer con ese dinero? Si esa cosa tan rara llamada Alas Peruanas pudo, con mucho menos, poner a bailar a su ritmo a congresistas, jueces, ministros o periodistas, ¿qué no podrá hacer un negocio tan grande como el narcotráfico? Por ello, se debe respaldar la invocación hecha por el presidente de Devida, Rómulo Pizarro, para evitar la infiltración del narcotráfico en la política.
¿Alguien duda de que en las elecciones del 2010-2011, el narcotráfico querrá meter más congresistas de los que ya debe tener en su planilla? Un Estado frágil es una invitación para la infiltración fácil. Impedirlo es un desafío clave de la próxima elección.
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