*Rosendo Fraga
A comienzos de octubre visitó la Argentina el ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim.
En una conferencia pronunciada el 5 de dicho mes, expuso los lineamientos de la política de Defensa Nacional de este país, único de América Latina que tiene vocación de actor global, es decir, de ser potencia mundial.
Tras analizar la situación mundial y la significación que tiene en ella América del Sur, pasó a explicitar los objetivos concretos que persigue el país en el área de su gestión.
Informó que el proyecto del submarino nuclear, que Brasil desarrolla ahora con tecnología de Francia -cuyo ministro de Defensa visita la región incluyendo la Argentina a comienzos de la semana próxima- contempla la producción de tres sumergibles de este tipo, destinados a proteger el litoral marítimo del país y dar seguridad al Atlántico Sur, incluyendo para ello acuerdos con países del África con costa sobre este océano. Hasta ahora, el proyecto parecía contemplar un submarino de este tipo, que se sumaba a varios con propulsión convencional, pero con tecnología moderna, fabricados en los astilleros brasileños con tecnología francesa.
Que los submarinos nucleares brasileños sean tres y no uno, como parecía, sólo implica que la Marina de este país aplica un principio básico de este tipo de sistema de armas. Para poder operar en forma permanente, se necesitan tres, ya que uno estará en operaciones, otro en reparación, mantenimiento o descanso, y el tercero en apresto, es decir, listo para operar en cualquier momento o reemplazar al que está en operaciones.
Es decir que Brasil no busca tener un submarino nuclear para integrar el selecto grupo de países del mundo que poseen este tipo de armamento, sino que pretende darle un uso concreto y efectivo y por esta razón necesita que sean tres y no uno.
Explicó por qué Brasil mantendrá por ahora el servicio militar obligatorio: considera que sigue siendo una institución importante para la integración y el progreso social y permite tener tropas suficientes para ocupar los grandes espacios vacíos que posee el país, como la región de la Amazonía.
Pero el Ministro brasileño también fue franco y directo al abordar la cooperación militar con la Argentina, señalando que no se habían concretado los proyectos comunes planteados en los últimos tiempos.
Destacó la importancia que en el largo plazo tiene la Antártida, proponiendo que se transforme en una cuestión regional, para impedir que Argentina y Chile -los dos países de América del Sur con pretensiones territoriales- pierdan en el futuro sus derechos frente a países extra-regionales.
Dio una opinión personal, en el sentido de que los conflictos del pasado -los juicios por las violaciones a los derechos humanos durante el gobierno militar- eran un factor que impedía a la Argentina llevar adelante una política de Defensa con visión de futuro y por esta razón esta situación perturbaba la cooperación binacional.
Quizás por esta opinión fue que durante su visita a la Argentina Nelson Jobim no fue recibido por la ministra de Defensa argentina ni por otros funcionarios del gobierno nacional. Sólo fue recibido por el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.
Taímen trascendió periodísticamente que se había indicado a los militares en actividad y a los funcionarios de dicho Ministerio no asistir a la mencionada conferencia.
A las pocas horas de ésta, fue suspendida por la Argentina la participación en un ejercicio naval binacional. El argumento fue que la autorización del Congreso para que participaran buques argentinos no había llegado a tiempo. Pero más allá de la causa real, fue un episodio poco feliz, que pareció evidenciar que no hay una vocación de cooperación en el plano militar con Brasil.
Al finalizar el mes, el tema comercial crea un momento de tensión en la relación entre Buenos Aires y Brasilia.
Brasil es la relación más importante para Argentina en América Latina y por esta razón la cooperación y armonía con este país deben ser prioridad para la política exterior argentina.
Ni el mencionado episodio con motivo de la visita del ministro de Defensa, ni las tensiones surgidas por el tema comercial, muestran que se le esté dando la debida atención.
Quizás por eso no sea casual que en los 22 meses que lleva el gobierno de Cristina Kirchner en el poder, la Argentina haya firmado 85 tratados bilaterales con Venezuela y sólo 23 con Brasil.
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