Hoy los ministros de Defensa de Perú y de Chile, reanudarán las reuniones bilaterales suspendidas desde 2008, momento en que Lima presentó, ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, una demanda contra Chile. En aquel momento, la anterior Administración, en señal de protesta, suspendió unilateralmente todas las reuniones institucionales con el vecino país, en particular las “2+2”. Gesto que, sin embargo, dura solo hasta este viernes.
Cristian Leyton
Si alguien pensaba que un “continuismo” marcaría el tenor de las relaciones que el Gobierno chileno mantendría con Perú, de toda evidencia se ha equivocado rotundamente. Claramente un cambio se está experimentando en la forma y fondo. El factor económico parece estar imponiéndose sobre el “político” e incluso el llamado “político-estratégico”. Regularizar y “descongelar” las relaciones parece ser el horizonte siguiendo el tenor de las pautas creadas por Torre Tagle.
Resulta incomprensible, para algunos, enviar señales de "normalidad" no solo al país del Rímac, sino que al conjunto del sistema internacional, justo cuando los procedimientos de defensa de nuestra postura ante La Haya están en pleno desarrollo. El cuestionamiento de fronteras es grave y representa actos inamistosos que alteran la convivencia pacifica entre países.
Señales de "normalidad", después que Lima borra con el codo acuerdos suscritos con el puño, pero sobre todo casi una década después que un Presidente del mismo país señaló aquí mismo en Chile que "esta firma que acabamos de presenciar (Acta de Ejecución del Tratado de 1929) pone fin a asuntos pendientes de un Tratado de 70 años de antigüedad". Claramente, con la reanudación de los contactos oficiales no hacen sino que emitir una señal preocupante, al resto de países vecinales, por cuanto se les indica que no importa cuán revisionistas sean sus políticas territoriales hacia Chile, nuestro país terminará en el corto/mediano plazo por darles curso. Para algunos, la persuasión no tiene cabida en la Política Exterior chilena.
Esta reanudación de relaciones, si la observamos bien, implica claramente un acierto táctico para el Palacio Pizarro. Nuevamente han creado, bajo una lógica bismarckaiana, paso a paso, las condiciones para llevar a Chile a “descongelar” sus contactos oficiales. Primero, se establece de manera indirecta que el debilitamiento de las relaciones chileno-peruanas, las fricciones diplomáticas y los desencuentros, son atribuibles a la Administración de la Concertación, los Gobiernos de Lagos y Bachelet, impulsando al actual Gobierno a “demostrar” que ellos no se alinean con este modelo de “Política peruana”. Se señala, entonces, que la animadversión y conflictos entre ambos países fueron generados por Chile y su Estado, no por políticas y estrategias nacionalistas peruanas. Nada mas alejado de la realidad.
Luego, impulsan estrategias de menoscabo sistemático de la imagen de Chile al exterior, señalándonos con el dedo una supuesta “carrera armamentista” estimulada por Santiago. Se organiza toda una política de daño de imagen, en donde Chile aparece como un país agresor, belicoso y revanchista. Frente a esta campaña la reacción chilena es débil y poco clara. Hoy, sin embargo, y no obstante lo anterior, el Gobierno decide hacer una suerte de “borrón y cuenta nueva”. Se impone la lógica de las "cuerdas separadas". La idea que el comercio (y que más y más comercio) genera condiciones de estabilidad política en forma casi automática parece primar por sobre un manejo de sus relaciones mediante una visión mas arraigada en la realpolitik. Hoy Lima señala aceptar negociar un acuerdo de homologación de gastos de defensa según estándares de la CEPAL: excelente manejo diplomático limeño.
La Política Exterior chilena necesita volver a los principios que articularon y cristalizaron el estado actual de sus fronteras. Necesitamos abordar nuestro entorno regional con los prismas de finales del siglo XIX, pero siempre mirando hacia el futuro. Con Perú, sin embargo todo parece que hoy solo se aplica un principio: el Business as usual.
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