*Fernando Thauby
Las Fuerzas Armadas, en los países como Chile, tienen dos usos principales: proyección y protección.
Proyección es la participación militar nacional en la arena internacional, global y regional: solos; formando parte de una coalición que comparte intereses específicos; en apoyo de un aliado; contribuyendo a mejorar los estándares de las FFAA de países amigos; haciéndose cargo de tareas y funciones en la seguridad colectiva global; asumiendo una parte de la carga de seguridad regional; impulsando la cooperación y amistad entre países amigos.
Protección es la cautelación,- defensiva u ofensiva-, del patrimonio nacional, llevada a cabo en el territorio propio o del adversario, especialmente vecinal. Asegurar que el país no será despojado por la fuerza de parte de su herencia; que sus habitantes no sufrirán daño a manos de fuerzas militares extranjeras o nacionales fuera del control del estado y que sus connacionales nos serán despojados de sus bienes en otros países ni serán maltratados.
Obviamente la defensa de Chile debe estar constituida por un mix de ambas capacidades, las preguntas son: ¿en qué proporción de cada una de ellas?, ¿qué tan potentes?, ¿la función principal es participar o proteger?, ¿estamos amenazados por algún país o queremos amenazar a alguien?, ¿queremos una seguridad colectiva o queremos resolver nuestros problemas solos? La conformación de las FFAA de nuestro país, en los últimos años ha sido el producto de una política que tenía como prioridad conseguir el distanciamiento de su gente, particularmente de sus mandos, del Gobierno Militar, mediante la aplicación de una política de cooptación.
La necesidad, resultados y procedimientos empleados, son tema de opinión que tiene diferentes respuestas, todas ellas dignas de respeto, pero que no invalidan ni pueden ocultar un hecho significativo consecuencia directa de lo señalado: La planificación y desarrollo de las fuerzas de la defensa no tuvieron liderazgo estratégico y se desarrollaron mediante lo que se denominó “un proceso de modernización mediante el reemplazo de equipos obsoletos”, no como fruto del análisis, evaluación y determinación de capacidades estratégicas conjuntas específicas para apoyar una política exterior determinada y sobre todo, una política de estado, es decir aceptada por la mayoría de la opinión pública a través de sus representantes políticos. Sucesivos gobiernos culparon a la deficiente orgánica del Ministerio de Defensa de esta falta de liderazgo. La experiencia chilena y extranjera muestra que cuando un gobierno desea asumir el control de alguna función estatal, lo relevante es la voluntad política de hacerlo más que la organización burocrática disponible, que por lo demás, ponía al elemento de control clave, los recursos financieros, en manos del Ministro.
Así, nos encontramos con que las capacidades de proyección, a cargo principalmente de la Armada, tienen graves deficiencias en su capacidad de transporte, tanto en volumen como rapidez. Y las capacidades de protección a cargo principalmente del Ejército, con sus fuerzas principales constituidas por fuerzas blindadas desplegadas en el norte de nuestro país, muestran una intención ofensiva más que defensiva, y por lo tanto disfuncional a la política exterior declarada tanto por los gobiernos de la Concertación como el actual, de la Coalición por el Cambio.
La Fuerza Aérea, arma vital e imprescindible en la guerra moderna tiene por misión central asegurar el control de aire en un grado, oportunidad y lugar que permitan que las fuerzas que operan en la superficie puedan actuar con libertad de acción, pero también necesita un cierto grado de especialización. En este orden de cosas, habiendo alcanzado una adecuada capacidad de combate, es claramente deficitaria en su capacidad de transporte: táctico, si el acento está en la protección y transporte estratégico si la prioridad es la proyección.
No podemos seguir indefinidamente en el proceso de “reemplazar material obsoleto”, es imprescindible que el gobierno ejerza un claro liderazgo político sobre la conformación de las capacidades de la defensa. Un liderazgo político que señale que capacidades quiere, la combinación o mix de cada una de ellas desea, que identifique prioridades de adquisiciones y gasto de operación.
El actual gobierno, que en este ámbito, el de la defensa, parece haberse orientado a “hacer mejor lo que estaba haciendo la Concertación”, podría seguir reemplazando equipos obsoletos, sin un rumbo definido para alcanzar capacidades estratégicas conjuntas políticamente útiles.
Si desea “hacer un mejor gobierno” debería comenzar por dotar al Ministerio de Defensa de una clara dirección política, institucionalmente imparcial, que refleje las creencias y convicciones de la Coalición, y de la mayoría de los chilenos a quienes representa, respecto al uso de la fuerza en apoyo de la política exterior de Chile.
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