Algo está ocurriendo en Torre Tagle (Cancillería del Perú). En la tabla de ajedrez de la política exterior peruana, Alan García está moviendo sus piezas sigilosamente.
Cristian Leyton Salas es Doctor © en Estudios Americanos.
Manuel Rodríguez Cuadros embajador de Perú en Bolivia, a la izuierda, Presidente de Bolivia Evo Morales y el Canciller boliviano David Choquehuanca, durante la presentación de las cartas diplomáticas del embajador peruano
El primer movimiento fue la designación de Manuel Rodríguez Cuadros como embajador de Perú en Bolivia. Cuadros, es el gestor material ( e intelectual) de la demanda marítima peruana en contra de Chile y canal de expresión de un marcado antichilenismo en parte de la elite política peruana. Cuadros va con una misión clara a Bolivia: recuperar “los niveles históricos” de cooperación entre ambos países. Pero más allá de ello, recomponer los lazos políticos, económicos y comerciales entre ambos países. Y, señalémoslo, su actividad ha sido intensa y con resultados concretos. La reactivación de diversos programas de cooperación entre estamentos militares y policiales es una prioridad que ha quedado demostrada al ser ésta una de las primeras medidas concretas logradas por el embajador. Pero más que eso. Rodríguez Cuadros representa todo un símbolo de las relaciones de amistad “hereditarias” entre ambos Estados, representa la necesidad estratégica peruana en cuanto a evitar el “aislamiento” al cual estaba reducida su política exterior vecinal. La recomposición de los “niveles históricos” como señala Cuadros implica volver a la antigua y tradicional postura binacional peruano-boliviana en torno a Chile. Atención donde García emplazó este peón.
El segundo movimiento ha consistido en enviar claras y fuertes señales a Chile en orden a generar una distensión política, utilizando para ello el factor comercial. Torre Tagle y el Palacio Pizarro conocen bien las aspiraciones programáticas en Política Exterior del Gobierno que asumió en Chile, así como el marcado acento empresarial de la clase política que ocupa La Moneda y el Edificio Carrera. Sí, es posible (y necesario) generar y materializar, según Alan García, una política bilateral de cuerdas separadas entre los conflictos y las pretensiones marítimas peruanas, con un incremento de los intercambios comerciales entre ambos países. Hoy frente a los malos augurios que señalan que la relaciones de conciliación entre el Gobierno de Evo Morales y el nuevo Gobierno chileno se acercan a su fin, el Perú mueve sus piezas y prepara la reincorporación de Bolivia a su “zona de influencia” natural, pero sobre todo, prepara el retorno a la normalidad: forzar la coincidencia de intereses políticos bolivianos con los peruanos en contra de los chilenos.
Una tercera movida de sus peones ha sido materializada hace unas horas con la visita de “desagravio histórico e institucional” de la mandataria trasandina Cristina Fernández a la capital peruana. El enfriamiento de las relaciones entre ambos países, luego de la venta por parte de Argentina de armas a Ecuador durante la Guerra del Cenepa (1995), ha sido superada y en palabras del canciller peruano. Dicho gesto ha permitido “voltear una triste página” en las relaciones de amistad histórica de ambos países. Hoy, cuando más que nunca Buenos Aires necesita del apoyo total de Sudamérica a su demanda de restitución de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, el acercamiento hacia su aliado natural y tradicional peruano era absolutamente necesario. Pero, atención nuevamente, cristaliza el cambio de politica exterior vecinal peruana hacia su entorno, y de paso, afecta (positiva y/o negativamente) la chilena.
Tres movimientos certeros en el tablero de este ajedrez regional. Se aprecia que Alán García se prepara, y prepara a Perú para lo que vendrá en unos años más, cuando el Tribunal de La Haya emita su veredicto ante su pretensión marítima.
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