Izquierda, un término para muchos luminoso, idealizado, cubre en América Latina a dos modelos económicos y políticos flagrantemente opuestos: la socialdemocracia y el llamado socialismo del siglo XXI, que sigue el rumbo de la revolución cubana
*Plinio Apuleyo Mendoza/El Tiempo
Izquierda, un término para muchos luminoso, idealizado, cubre en América Latina a dos modelos económicos y políticos flagrantemente opuestos: la socialdemocracia y el llamado socialismo del siglo XXI, que sigue el rumbo de la revolución cubana.
Opuestos, sí: el uno es democrático y el otro tiene derivaciones totalitarias; el uno respeta las libertades y el otro las deroga. Y no obstante, creyendo que los une un nexo de primos hermanos, gobiernos de izquierda democrática dan apoyo a los que esperan seguir el mismo camino extraviado de Cuba. Es el mayor peligro que afronta hoy el continente.
Veámoslo, si no, mirando los líderes emblemáticos de los dos modelos: Lula y Chávez. El primero respeta las libertades económicas y políticas de su país. Chávez, en cambio, concentra en su mano todos los poderes, maneja los recursos petroleros como patrimonio personal, cierra emisoras y canales de televisión, expropia, nacionaliza, arruina al sector privado y promueve una Coordinadora Continental Bolivariana que les abre tranquilamente sus puertas a las FARC. Y por ese camino van sus pupilos: Evo Morales, Correa, Daniel Ortega.
Pese a semejante desvarío, Chávez es apoyado no sólo por sus pupilos sino por los gobiernos de izquierda democrática en Unasur y por la Presidenta argentina. Todos ellos lo acompañan en su condena a la deposición de Zelaya y denuncian como un peligro el acuerdo que permite la llegada de militares americanos a bases colombianas.
No dicen lo mismo de las amenazas proferidas por Chávez contra Colombia, ni de su carrera armamentista o de los acuerdos que Lula firma con Ahmadinejad, el amenazante y fanático presidente de Irán.
Pues bien, en nuestro ámbito doméstico, el de la política colombiana, la misma confusión amparada por la mágica identificación con el término de izquierda, reina en el Partido Liberal y aun en el Polo Democrático.
Petro no mira ni juzga a las FARC de la misma manera que Carlos Gaviria. Y en el liberalismo ocurre algo parecido: de ideología socialdemócrata, los principales dirigentes liberales, incluyendo a Gaviria, Samper y el propio Rafael Pardo, no parecen darse cuenta de que una Piedad Córdoba, Gómez Méndez y sus amigos, en vez de seguir su misma senda ideológica, siguen la de Chávez y su Socialismo del siglo XXI apoyado por Cuba y, también, no olvidarlo, por las FARC.
A primera vista, pareciera que todos comparten el mismo credo, pues manejan igual discurso, hablan de política social, de lucha contra la pobreza y de acuerdo humanitario, sin que los ex presidentes liberales y su candidato perciban que la dama del turbante, Gómez Méndez y sus amigos de "Colombianos por la Paz" buscan, a través de una negociación, alternativas de poder para las FARC.
Tienen con ellas una innegable hermandad ideológica. Basta que Piedad Córdoba pise Caracas para ver su verdadero perfil. Se convierte en militante chavista de camisa roja y se toma alegres fotos de familia con 'Iván Márquez' cubriéndose la cabeza con gorra de guerrillera en vez de su clásico turbante. ¿Liberal? ¿Quién lo cree?
Pese a todo, Ernesto Samper reclama para su partido un viraje a la izquierda. Pero, a la vez, viendo a Petro reacio para aceptar las propuestas de Pardo, vuelve a mirar hacia Vargas Lleras. ¿En qué quedamos al fin?
Naufragio a la vista, digo yo, porque el país, ante las amenazas de Chávez y de unas FARC aliadas a él, no entiende tales maniobras de equilibrismo político ni parece dispuesto a seguir a una izquierda cuyos linderos pueden extenderse hasta el campamento de "Alfonso Cano".
Es como jugar con candela cuando hay pólvora al lado. Así lo creen, estoy seguro, los liberales de verdad.
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