Colombia empieza a mover recursos y armas hacia la frontera con Venezuela. Por primera vez la hipótesis de guerra externa no es un juego.
Hasta hace poco la idea de una guerra entre Colombia y Venezuela sólo estaba en la cabeza de Hugo Chávez. Ahora, pocos dudan que Colombia tiene un problema real de seguridad nacional. Una combinación de factores ha puesto en jaque al gobierno. Por un lado, la desproporcionada y ya conocida compra de armas ofensivas por parte del gobierno bolivariano del país vecino, desde hace casi un lustro. La lista incluye 24 aviones Sukhoi; este es considerado el mejor avión de combate aire-tierra del mundo, que podría atacar cualquier blanco en Colombia y regresar a Venezuela en media hora. También adquirió 92 tanques rusos T72, que son carros de combate con gran capacidad de fuego. Y logró darle vía libre a una milicia popular inspirada en el modelo cubano de guerra de todo el pueblo, para la que ya había conseguido 100.000 fusiles AK-47. En otro contexto, estas compras podrían parecer apenas la normal renovación del equipamiento militar que han hecho por estos años casi todos los países de Suramérica. Pero a la fiebre armamentista de Chávez se le suman dos factores claves. Por un lado, la naturaleza expansionista de su revolución bolivariana, que se concibe como un proyecto continental. Hasta ahora, su expansión ha sido política, lograda sobre la base de afinidades ideológicas, financiación de campañas políticas en otros países y donaciones de petróleo.
El otro elemento es que Chávez hace años está convencido de que será invadido por Estados Unidos, como lo fueron Cuba y Panamá en su momento, y que la invasión será por Colombia. Por eso su retórica belicista se ha incrementado desde cuando se supo que los EEUU tendrían acceso a siete bases militares en Colombia. Aunque su discurso parezca extremista -como cuando llama a militares y civiles a prepararse para la guerra o cuando denuncia aviones no tripulados que le envía Colombia-, en la práctica se ha ido transitando del dicho al hecho. En la frontera han ocurrido cientos de incidentes que pasan por oscuras masacres, detenciones arbitrarias, absurdas voladuras de puentes comunales y deportaciones, y que llegan hasta maniobras militares del Ejército y la Guardia Nacional. La tensión es tal, que como ha ocurrido en muchos momentos de la historia, cualquier 'florero de Llorente', cualquier malentendido, podría desencadenar un incidente militar de mayor envergadura.
Frente a todo lo que ha venido pasando, Colombia no se ha quedado quieta. Hace varios meses está reforzando su sistema de defensa nacional, que ha estado rezagado, dado que desde hace décadas las fuerzas militares están concentradas en el conflicto interno. Las inversiones que se hicieron con el anterior impuesto al patrimonio suplieron un poco esa deficiencia: plataformas de inteligencia, obuses, aviones k-fir, carros blindados, entre otros. Y eso no es todo.
Hace pocos días, el Ejército de Colombia creó seis batallones de aviación para distribuir más de un centenar de helicópteros en todo el territorio, que no tengan que moverse desde Tolemaida, como pasaba antes, lo que le garantiza mayor movilidad y capacidad de maniobra. En el caso de la frontera, se crearon dos batallones aéreos: uno en La Guajira y otro en Arauca. Estos son los dos puntos más críticos que los militares han ubicado en sus simulaciones de agresión, pues por allí podrían entrar los tanques venezolanos, ya que son territorios planos. Colombia no tiene tanques, por lo que bajo un eventual ataque, tendría que combinar maniobras en tierra, apoyados fuertemente desde el aire, con artillería antitanques, que funcione de manera rápida y efectiva.
Para completar este escenario hipotético, Venezuela podría potenciar formas de guerra irregular en las zonas montañosas, como en la frontera entre Táchira y Norte de Santander, basadas en el sabotaje, el terrorismo, etcétera. Por eso es preocupante la alianza reciente entre las Farc y el ELN, que estaban enfrentadas a muerte. Se cree que se estarían preparando para jugar al lado de Venezuela si se llegara a dar un incidente bélico.
Estos preocupantes juegos de guerra se están estudiando con seriedad. El ministro Gabriel Silva ya ha hablado de la hipótesis de agresión externa no sólo en entrevistas de prensa, sino en reuniones confidenciales con empresarios y con sectores del Congreso, como un argumento para la aprobación del impuesto al patrimonio que regirá hasta 2014, con cuyos recursos se subsanaría en parte los vacíos de la defensa externa.
Tampoco hay que olvidar que las bases colombianas que ahora pueden usar los EEUU son un poderoso elemento disuasivo. ¿Qué quiere decir esto? Quizá que en caso de una agresión de Chávez, éste no se atrevería a atacarlas, y que eso ayudaría a preservar la fuerza militar colombiana. Y que si lo hace, estaría atacando no sólo a Colombia, sino a Estados Unidos, lo que podría tener otras consecuencias.
A simple vista no existe un motivo para que Chávez lance un ataque militar contra Colombia. Pero su delirante retórica se puede convertir en una trampa difícil de eludir. El gobierno de Uribe ha dicho que no va a entrar en una carrera armamentista, pero tampoco desconoce el riesgo para la seguridad nacional con lo que está pasando en Venezuela. Así, de la mano de una estrategia diplomática de denuncia ante la ONU, la OEA, la CAN y la OMC, sobre las continuas provocaciones de Chávez, también se está pensando, por primera vez en muchos años, en lo que significaría una agresión militar de Venezuela, hipótesis quizá ventilada demasiado explícitamente en la prensa por parte del ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Es así como hoy ambos países están metidos en una peligrosa espiral de mutuas justificaciones para la defensa. Mientras Colombia mueve sus fichas convencida de que tiene que prepararse para una inminente agresión, sus jugadas defensivas son interpretadas como provocaciones por parte de Venezuela y como confirmación de la supuesta invasión militar de Estados Unidos que Chávez ha creado en su cabeza. Y viceversa. Las decisiones militares de Chávez se observan con temor y suspicacia de este lado de la frontera. Lo que podría convertir las profecías de guerra que se han hecho hasta ahora en profecías autocumplidas.
Frente a todo lo que ha venido pasando, Colombia no se ha quedado quieta. Hace varios meses está reforzando su sistema de defensa nacional, que ha estado rezagado, dado que desde hace décadas las fuerzas militares están concentradas en el conflicto interno. Las inversiones que se hicieron con el anterior impuesto al patrimonio suplieron un poco esa deficiencia: plataformas de inteligencia, obuses, aviones k-fir, carros blindados, entre otros. Y eso no es todo.
Hace pocos días, el Ejército de Colombia creó seis batallones de aviación para distribuir más de un centenar de helicópteros en todo el territorio, que no tengan que moverse desde Tolemaida, como pasaba antes, lo que le garantiza mayor movilidad y capacidad de maniobra. En el caso de la frontera, se crearon dos batallones aéreos: uno en La Guajira y otro en Arauca. Estos son los dos puntos más críticos que los militares han ubicado en sus simulaciones de agresión, pues por allí podrían entrar los tanques venezolanos, ya que son territorios planos. Colombia no tiene tanques, por lo que bajo un eventual ataque, tendría que combinar maniobras en tierra, apoyados fuertemente desde el aire, con artillería antitanques, que funcione de manera rápida y efectiva.
Este sería un esquema de defensa muy asimétrico en el que las desventajas de armas de Colombia se compensan con unas tropas mucho más numerosas (Colombia triplica en número de efectivos a Venezuela), mejor entrenadas y fogueadas en el campo de batalla, y con mejores sistemas de mando y control. Las Fuerzas Armadas de Venezuela, por el contrario, están atrapadas en la paradoja que el propio Chávez forjó: ha metido a los militares tan a fondo en la política y los negocios, que se ha deteriorado su desempeño en la milicia, así como la unidad y la disciplina de los mismos.
La frontera con Venezuela mide 2.219 kilómetros y aunque entre La Guajira, Norte de Santander y Arauca están en la franja más activa en el nivel de población, un gran porcentaje de este territorio es selva inhóspita en el sector de Vichada y Guainía. Por eso tampoco pasó inadvertido que el ministro de Defensa, Gabriel Silva, anunciara que la base aérea de Marandúa, en Vichada, pasaría de cumplir funciones tácticas a convertirse en un centro estratégico. El anuncio causó desconcierto entre los oficiales de la Fuerza Aérea que dicen desconocer los planes que el gobierno tiene con esta base. Lo cierto es que en Marandúa funcionan poderosos radares que han servido para la interdicción y que eventualmente se podrían reforzar y hacer parte de un sistema de monitoreo defensivo.
Quizás el mayor problema que tiene Colombia es que carece de defensas antiaéreas. Nunca se han adquirido porque son muy costosas y recibir un ataque aéreo se ha considerado parte de la ciencia ficción, lo que en el pasado las hacía innecesarias. Pero desde cuando Chávez adquirió los Sukhoi, el panorama es otro. Aunque es muy remoto que un avión ataque un blanco en el país, los militares tampoco lo descartan de plano.Para completar este escenario hipotético, Venezuela podría potenciar formas de guerra irregular en las zonas montañosas, como en la frontera entre Táchira y Norte de Santander, basadas en el sabotaje, el terrorismo, etcétera. Por eso es preocupante la alianza reciente entre las Farc y el ELN, que estaban enfrentadas a muerte. Se cree que se estarían preparando para jugar al lado de Venezuela si se llegara a dar un incidente bélico.
Estos preocupantes juegos de guerra se están estudiando con seriedad. El ministro Gabriel Silva ya ha hablado de la hipótesis de agresión externa no sólo en entrevistas de prensa, sino en reuniones confidenciales con empresarios y con sectores del Congreso, como un argumento para la aprobación del impuesto al patrimonio que regirá hasta 2014, con cuyos recursos se subsanaría en parte los vacíos de la defensa externa.
Tampoco hay que olvidar que las bases colombianas que ahora pueden usar los EEUU son un poderoso elemento disuasivo. ¿Qué quiere decir esto? Quizá que en caso de una agresión de Chávez, éste no se atrevería a atacarlas, y que eso ayudaría a preservar la fuerza militar colombiana. Y que si lo hace, estaría atacando no sólo a Colombia, sino a Estados Unidos, lo que podría tener otras consecuencias.
A simple vista no existe un motivo para que Chávez lance un ataque militar contra Colombia. Pero su delirante retórica se puede convertir en una trampa difícil de eludir. El gobierno de Uribe ha dicho que no va a entrar en una carrera armamentista, pero tampoco desconoce el riesgo para la seguridad nacional con lo que está pasando en Venezuela. Así, de la mano de una estrategia diplomática de denuncia ante la ONU, la OEA, la CAN y la OMC, sobre las continuas provocaciones de Chávez, también se está pensando, por primera vez en muchos años, en lo que significaría una agresión militar de Venezuela, hipótesis quizá ventilada demasiado explícitamente en la prensa por parte del ministro de Defensa, Gabriel Silva.
Es así como hoy ambos países están metidos en una peligrosa espiral de mutuas justificaciones para la defensa. Mientras Colombia mueve sus fichas convencida de que tiene que prepararse para una inminente agresión, sus jugadas defensivas son interpretadas como provocaciones por parte de Venezuela y como confirmación de la supuesta invasión militar de Estados Unidos que Chávez ha creado en su cabeza. Y viceversa. Las decisiones militares de Chávez se observan con temor y suspicacia de este lado de la frontera. Lo que podría convertir las profecías de guerra que se han hecho hasta ahora en profecías autocumplidas.
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