Brasil anunció el mayor paquete de adquisiciones bélicas de la historia latinoamericana. Venezuela se apresta a una compra de proporciones mayores. Ambos países introducirán nuevas generaciones de armamentos a la región.
Consideradas las compras recientes venezolanas el monto supera US$6 mil millones. Los brasileños, por su parte, están dispuestos a destinar US$12 mil millones en los años venideros para fortalecer su poderío bélico.. El proceso de la mega adquisición brasileña data de algunos años.
Con motivo de la visita del Presidente francés Nicolas Sarkozy, Brasilia informó oficialmente sobre sus intenciones.
El gran beneficiario de esta compra, que está por verse si se ejecuta en su totalidad, es Francia.
París ganó en toda la línea al conseguir una orden para cuatro submarinos Scorpene, iguales al par que ya tiene Chile, más un quinto que los brasileños esperan dotar con un reactor atómico.
El premio mayor es la compra de 36 aviones Rafale de la empresa Dassault, más conocida por sus aviones Mirage.
Por eso hasta ahora no habían conseguido ninguna compra. Además, Brasil adquirirá una cincuentena de helicópteros militares Cougar, que serán armados en el país por un consorcio de la empresa brasileña Helibras y Eurocopter.
La pregunta obvia es para qué necesita Brasil tanto armamento y, en especial, un submarino nuclear. Por el precio de uno podría comprar varios sumergibles convencionales que le permitirían patrullar mucho más territorio en forma permanente.
La razón principal es el prestigio y el afán de demostrar capacidad de dominio sobre sus recursos naturales con una tecnología que los acerca al club atómico.
Los franceses cooperarán con Brasil en la construcción de un nuevo astillero y una base naval y, con toda probabilidad, les ayudarán con la instalación del reactor.
El Scorpene es un submarino diseñado para contar con propulsión nuclear, pero es vendido por la Direction des Chantiers Navales (DCNS) sólo en versión convencional. Los grandes perdedores en este contrato son los alemanes, quienes hasta hace poco tenían el monopolio absoluto en Sudamérica con su modelo 209.
La Armada de Chile fue la primera que desertó del consorcio teutón HDW, pese a que los submarinistas nacionales estaban encantados con las naves. La oferta en precio y prestaciones del consorcio franco-español era más conveniente.
El cambio fue polémico en un comienzo, pero el tiempo ha dado la razón a quienes tomaron la decisión. Es más: la Armada obtiene una comisión por cada Scorpene vendido en el mundo. Esa fue la oferta de los fabricantes para el primer cliente que comprara un producto que debutaba en el mercado. Es probable que otros países sudamericanos sumen otros Scorpene a sus flotas.
En cuanto a los aviones, el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva señaló que “para nosotros, lo importante es tener acceso a la tecnología para luego producir este avión en Brasil. Es lo que estamos negociando ahora”. Dassault, que ya tiene una amplia cooperación con la industria aeronáutica brasileña, Embraer, ha ofrecido que los aviones sean ensamblados en Brasil, al igual que cualquier aparato comprado en América Latina.
Hay diversas cifras sobre el costo de los aviones. Según fuentes francesas, es un monto cercano a los US$7 mil millones, equivalentes a US$195 millones por avión.
Por lo demás, la experiencia de la industria de aviones militares brasileña deja mucho que desear, considerando que casi llevó a la quiebra a Embraer.
El avión de entrenamiento avanzado y combate AMX, desarrollado en conjunto con Italia, no logró ventas fuera de los países productores.
Ahora el proyecto inmediato de Embrear es construir un avión militar de transporte que brinde prestaciones similares a los muy populares Hércules C-130 estadounidenses, que sirven en casi todas las fuerzas aéreas occidentales.
París comprometió, desde ya, su cooperación y anunció la compra de una decena de los KC-390, como ha sido bautizado el birreactor.
Chile está invitado a participar en el proyecto a través de la Empresa Nacional de Aeronáutica (Enaer), con su respectiva inyección de capital de riesgo.
La selección de los aviones Rafale, que competían contra el F-18 norteamericano y el Gripen sueco, marca, como lo han dicho autoridades brasileñas, una voluntad de asegurar mayor autonomía sin alejarse de Washington.
RELACIÓN CON EEUU
Estados Unidos ha perdido un cliente y, más importante, ha debilitado su relación comercial con la aviación militar del principal país regional.
En la decisión de Brasilia han gravitado las continuas condiciones que Washington impone a sus clientes.
Por ejemplo, Brasil quiso vender aviones de entrenamiento Tucano a Venezuela, pero como partes clave del aparato son fabricadas en Estados Unidos, no recibió autorización para ejecutar la transacción.
Lo mismo le ocurrió a Chile con los aviones de entrenamiento Pillán y a los españoles con una gran orden venezolana.
No sólo con ventas a terceros surgen dificultades. También en compras directas como le ocurrió a Chile con la adquisición de aviones F-16 que estuvo condicionada, en su momento, a que el país eximiera a personal militar norteamericano de denuncias ante la Corte Penal Internacional.
En muchos casos, la política de condicionamientos se vuelve en un búmeran. Venezuela terminó comprando sus armas a Rusia.
Brasil, por su parte, ha preferido estrechar una alianza con Francia, que le ofrece mayores garantías de autonomía.
Brasil ha hecho una profunda revisión de su situación de seguridad y ha puesto énfasis en la protección militar de la región amazónica y la costa atlántica, donde ha descubierto enormes yacimientos de petróleo. Girando a cuenta de ellos ha realizado en parte las compras.
CONTRASTE CON LAS POBREZAS LOCALES
Por su parte, Chávez anunció que Moscú le había concedido un crédito por US$2.200 millones para la compra de armas. Arriba en la lista están 92 tanques rusos T-72, junto a baterías de misiles Smerch.
En descripción coloquial, el Mandatario venezolano señaló que “para estos aparaticos, los sistemas reactivos de 300 milímetros son cohetes de defensa aérea, para evitar los ataques aéreos y alcanzan 90 kilómetros. Aquí va a ser bien difícil que vengan aviones extranjeros a bombardearnos… Y a ver cómo entra un avión enemigo que aparezca a trescientos kilómetros, porque estos son cohetes múltiples y no va uno sino 10 ó 20”.
Venezuela enfrenta una situación económica compleja debido a la baja de los precios del petróleo y la deuda del país ha crecido en tiempos recientes por la importación de alimentos.
En lo que va corrido de la década, Venezuela ha gastado más de US$4 mil millones en armas rusas. La compra más prominente son los 24 aviones de combate Sukhoi-30.
No es un secreto la simpatía y vasos comunicantes que existen entre el gobierno de Chávez y los insurgentes colombianos.
Por lo tanto, no se podría descontar que una acción bélica en el marco la lucha contra el narco-terrorismo alcanzase territorio venezolano.
Por su parte, Hillary Clinton, secretaria de Estado en la administración de Obama, manifestó sus inquietudes.
“Hemos expresado ya nuestra preocupación con respecto a la cantidad de armamento que ha sido comprado por Venezuela, más que cualquier país sudamericano, lo que suscita la pregunta si habrá una carrera armamentista en la región”.
El poder de fuego es sólo un criterio de medición en cuanto al grado de preparación bélica de un país. Existe, especialmente entre los militares, la teoría bastante discutida de que un país debe contar con aprestos bélicos proporcionales a su dimensión política y económica.
Brasil representa en población y peso económico alrededor de la mitad de Sudamérica. Desde ese punto de vista, se puede argumentar que los brasileños gastan mucho menos que lo que su dimensión objetiva amerita. Hay que tomar en cuenta que Chile tiene menos habitantes que la cono urbano del Gran Sao Paulo.
Existe un principio de proporcionalidad entre el peso de los países y su capacidad bélica, pero es un simplismo establecer una tabla de gravitación económica política y proyectarla al ámbito de la defensa. En una ecuación hay que incorporar qué amenazas enfrenta cada Estado y su cuadro de alianzas.
Un criterio utilizado a menudo para comparar el gasto bélico de los países es cuánto dedican a sus fuerzas armadas medido en términos de per cápita, es decir, cuántos dólares se destina a la defensa por cada ciudadano.
Con motivo de la visita del Presidente francés Nicolas Sarkozy, Brasilia informó oficialmente sobre sus intenciones.
El gran beneficiario de esta compra, que está por verse si se ejecuta en su totalidad, es Francia.
París ganó en toda la línea al conseguir una orden para cuatro submarinos Scorpene, iguales al par que ya tiene Chile, más un quinto que los brasileños esperan dotar con un reactor atómico.
El premio mayor es la compra de 36 aviones Rafale de la empresa Dassault, más conocida por sus aviones Mirage.
Por eso hasta ahora no habían conseguido ninguna compra. Además, Brasil adquirirá una cincuentena de helicópteros militares Cougar, que serán armados en el país por un consorcio de la empresa brasileña Helibras y Eurocopter.
La pregunta obvia es para qué necesita Brasil tanto armamento y, en especial, un submarino nuclear. Por el precio de uno podría comprar varios sumergibles convencionales que le permitirían patrullar mucho más territorio en forma permanente.
La razón principal es el prestigio y el afán de demostrar capacidad de dominio sobre sus recursos naturales con una tecnología que los acerca al club atómico.
Los franceses cooperarán con Brasil en la construcción de un nuevo astillero y una base naval y, con toda probabilidad, les ayudarán con la instalación del reactor.
El Scorpene es un submarino diseñado para contar con propulsión nuclear, pero es vendido por la Direction des Chantiers Navales (DCNS) sólo en versión convencional. Los grandes perdedores en este contrato son los alemanes, quienes hasta hace poco tenían el monopolio absoluto en Sudamérica con su modelo 209.
La Armada de Chile fue la primera que desertó del consorcio teutón HDW, pese a que los submarinistas nacionales estaban encantados con las naves. La oferta en precio y prestaciones del consorcio franco-español era más conveniente.
El cambio fue polémico en un comienzo, pero el tiempo ha dado la razón a quienes tomaron la decisión. Es más: la Armada obtiene una comisión por cada Scorpene vendido en el mundo. Esa fue la oferta de los fabricantes para el primer cliente que comprara un producto que debutaba en el mercado. Es probable que otros países sudamericanos sumen otros Scorpene a sus flotas.
En cuanto a los aviones, el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva señaló que “para nosotros, lo importante es tener acceso a la tecnología para luego producir este avión en Brasil. Es lo que estamos negociando ahora”. Dassault, que ya tiene una amplia cooperación con la industria aeronáutica brasileña, Embraer, ha ofrecido que los aviones sean ensamblados en Brasil, al igual que cualquier aparato comprado en América Latina.
Hay diversas cifras sobre el costo de los aviones. Según fuentes francesas, es un monto cercano a los US$7 mil millones, equivalentes a US$195 millones por avión.
Por lo demás, la experiencia de la industria de aviones militares brasileña deja mucho que desear, considerando que casi llevó a la quiebra a Embraer.
El avión de entrenamiento avanzado y combate AMX, desarrollado en conjunto con Italia, no logró ventas fuera de los países productores.
Ahora el proyecto inmediato de Embrear es construir un avión militar de transporte que brinde prestaciones similares a los muy populares Hércules C-130 estadounidenses, que sirven en casi todas las fuerzas aéreas occidentales.
París comprometió, desde ya, su cooperación y anunció la compra de una decena de los KC-390, como ha sido bautizado el birreactor.
Chile está invitado a participar en el proyecto a través de la Empresa Nacional de Aeronáutica (Enaer), con su respectiva inyección de capital de riesgo.
La selección de los aviones Rafale, que competían contra el F-18 norteamericano y el Gripen sueco, marca, como lo han dicho autoridades brasileñas, una voluntad de asegurar mayor autonomía sin alejarse de Washington.
RELACIÓN CON EEUU
Estados Unidos ha perdido un cliente y, más importante, ha debilitado su relación comercial con la aviación militar del principal país regional.
En la decisión de Brasilia han gravitado las continuas condiciones que Washington impone a sus clientes.
Por ejemplo, Brasil quiso vender aviones de entrenamiento Tucano a Venezuela, pero como partes clave del aparato son fabricadas en Estados Unidos, no recibió autorización para ejecutar la transacción.
Lo mismo le ocurrió a Chile con los aviones de entrenamiento Pillán y a los españoles con una gran orden venezolana.
No sólo con ventas a terceros surgen dificultades. También en compras directas como le ocurrió a Chile con la adquisición de aviones F-16 que estuvo condicionada, en su momento, a que el país eximiera a personal militar norteamericano de denuncias ante la Corte Penal Internacional.
En muchos casos, la política de condicionamientos se vuelve en un búmeran. Venezuela terminó comprando sus armas a Rusia.
Brasil, por su parte, ha preferido estrechar una alianza con Francia, que le ofrece mayores garantías de autonomía.
Brasil ha hecho una profunda revisión de su situación de seguridad y ha puesto énfasis en la protección militar de la región amazónica y la costa atlántica, donde ha descubierto enormes yacimientos de petróleo. Girando a cuenta de ellos ha realizado en parte las compras.
CONTRASTE CON LAS POBREZAS LOCALES
Por su parte, Chávez anunció que Moscú le había concedido un crédito por US$2.200 millones para la compra de armas. Arriba en la lista están 92 tanques rusos T-72, junto a baterías de misiles Smerch.
En descripción coloquial, el Mandatario venezolano señaló que “para estos aparaticos, los sistemas reactivos de 300 milímetros son cohetes de defensa aérea, para evitar los ataques aéreos y alcanzan 90 kilómetros. Aquí va a ser bien difícil que vengan aviones extranjeros a bombardearnos… Y a ver cómo entra un avión enemigo que aparezca a trescientos kilómetros, porque estos son cohetes múltiples y no va uno sino 10 ó 20”.
Venezuela enfrenta una situación económica compleja debido a la baja de los precios del petróleo y la deuda del país ha crecido en tiempos recientes por la importación de alimentos.
En lo que va corrido de la década, Venezuela ha gastado más de US$4 mil millones en armas rusas. La compra más prominente son los 24 aviones de combate Sukhoi-30.
No es un secreto la simpatía y vasos comunicantes que existen entre el gobierno de Chávez y los insurgentes colombianos.
Por lo tanto, no se podría descontar que una acción bélica en el marco la lucha contra el narco-terrorismo alcanzase territorio venezolano.
Por su parte, Hillary Clinton, secretaria de Estado en la administración de Obama, manifestó sus inquietudes.
“Hemos expresado ya nuestra preocupación con respecto a la cantidad de armamento que ha sido comprado por Venezuela, más que cualquier país sudamericano, lo que suscita la pregunta si habrá una carrera armamentista en la región”.
El poder de fuego es sólo un criterio de medición en cuanto al grado de preparación bélica de un país. Existe, especialmente entre los militares, la teoría bastante discutida de que un país debe contar con aprestos bélicos proporcionales a su dimensión política y económica.
Brasil representa en población y peso económico alrededor de la mitad de Sudamérica. Desde ese punto de vista, se puede argumentar que los brasileños gastan mucho menos que lo que su dimensión objetiva amerita. Hay que tomar en cuenta que Chile tiene menos habitantes que la cono urbano del Gran Sao Paulo.
Existe un principio de proporcionalidad entre el peso de los países y su capacidad bélica, pero es un simplismo establecer una tabla de gravitación económica política y proyectarla al ámbito de la defensa. En una ecuación hay que incorporar qué amenazas enfrenta cada Estado y su cuadro de alianzas.
Un criterio utilizado a menudo para comparar el gasto bélico de los países es cuánto dedican a sus fuerzas armadas medido en términos de per cápita, es decir, cuántos dólares se destina a la defensa por cada ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario