PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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REPORTAJES ESPECIALES E INFORMACIÓN ADICIONAL

jueves, 20 de agosto de 2009

BOLIVARIANOS Y NARCO GUERRILLAS: HERMANOS DE DIFERENTES GENERACIÓNES

*Pablo Díaz de Brito

Varios especialistas señalaron recientemente, y con razón, que detrás del conflicto por las bases ofrecidas a Estados Unidos por Colombia aparece la puja de Washington con la única potencia sudamericana, Brasil, que mira con celo a su Amazonia.
Pero en lo inmediato, y como se vio en la cumbre de Quito, el permiso de Uribe a las tropas de Washington ha reencendido el conflicto trilateral de Colombia con Ecuador y Venezuela. Y no por las mismas razones legítimas que puede tener Brasil, sino por el apoyo que Chávez y Correa brindan sistemáticamente a las narcoguerrillas de las Farc. Esta conducta no es casual: hay una objetiva coincidencia de intereses e ideología entre las Farc y los gobiernos latinoamericanos de corte chavista. Resulta obvio, aún para el más cándido, que los objetivos políticos son los mismos, aunque los medios sean tan diferentes.
Ocurre que las Farc son un fósil viviente de la Guerra Fría, totalmente disfuncionales hoy a los objetivos que persiguen. Sobrevivieron aisladas en medio de la selva mientras las guerrillas en el resto de América latina desaparecían. El FMNL salvadoreño llegó en marzo al poder por las urnas y de la mano de un ex periodista de la CNN, mientras sus antiguos colegas de las Farc siguen con el fusil en la mano. Por esto la alianza con los bolivarianos existe pero a la vez tiene un límite claro. Pero sobre la existencia de un fuerte "feeling" no puede haber dudas honestas. Cuando estalló la crisis de marzo de 2008 por la eliminación de Raúl Reyes, quien operaba cómodamente instalado en Ecuador, Chávez blanqueó su enorme simpatía por las Farc. "Son revolucionarias, bolivarianas", exclamó, en lo que para él debe ser el máximo encomio concebible.
Ahora, ante las documentadas denuncias de Colombia sobre la entrega de armas venezolanas a las Farc, Chávez reaccionó como siempre: con retórica, indignación teatral y amenazas. Correa hace más o menos lo mismo, pero en su estilo más educado. No es que se planteen el triunfo de las Farc, el éxito de la arcaica vía armada. Pero les sirven para acosar al enemigo común. Entre ambos tratan de poner contra las cuerdas a Colombia, que es en realidad la parte agredida, y gracias a la evidente connivencia de los otros países bolivarianos, en buena parte lo logran.
Colombia se apoya para soportar esta ofensiva en los demás países: Perú, Chile, México y, lógico, los Estados Unidos, que con las bases en Colombia apunta —primariamente, al menos— a interferir el narcotráfico por el Pacífico. Brasil juega, por lo dicho al principio, su propia partida y por motivos válidos, aunque también recurra al libreto antiyanki, tan popular en la región. Argentina, sin ser bolivariana, acompaña y carga las tintas contra Estados Unidos, como hizo Cristina en Quito. Gana cierto protagonismo regional con, se supone, costo cero. En cuanto a Washington, quedó en el pasado la idea de que con Obama se iba a caer el Plan Colombia.
Existe además un segundo plano de coincidencia entre las narcoguerrillas y al menos un gobierno bolivariano, el de Bolivia. Evo es aún hoy titular de la confederación de cocaleros del Chapare y bajo su mandato se expulsó a la DEA, al tiempo que se disparó la producción de coca y cocaína.

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