PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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lunes, 1 de febrero de 2010

¿COMO SE DESMORONÓ LA REVOLUCION DE HUGO CHAVEZ?

Mientras el mundo permanece preocupado por la crisis en Haití, América Latina ha llegado en silencio a un punto de inflexión en el conflicto ideológico que ha polarizado la región – y paralizado la diplomacia de Estados Unidos -durante la mayor parte de la última década. El resultado se reduce a esto: el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez ha sido derrotado y va en vías del colapso.
Durante las dos últimas semanas, justo antes y después del terremoto que devastó Puerto Príncipe, ocurrió lo siguiente: Chávez se vio obligado a devaluar la moneda venezolana e imponer, y luego revocar, cortes de electricidad masivos en la capital al tiempo que el país se estremece a causa de la recesión, una inflación de dos dígitos y el posible colapso de la red eléctrica nacional. En Honduras, una crisis de tan sólo siete meses de duración, desencadenada  a partir del intento de  un cliente de Chávez de acabar con el orden constitucional, terminó en un acuerdo que lo enviará al exilio, al tiempo que un candidato moderado, electo democráticamente, jura como Presidente.
Por último, pero no menos importante, las elecciones presidenciales en Chile, la economía más exitosa de la región, produjo la primera victoria de un candidato de la derecha desde  Augusto Pinochet. Sebastián Piñera, el industrial y paladín del libre mercado que resultó victorioso, ya ha hecho algo que ningún dirigente de Chile o de la mayoría de los países de América Latina ha estado dispuesto a hacer en los últimos años: enfrentarse a Chávez.
Venezuela no es una democracia, declaró Piñera durante su campaña. “Dos grandes modelos se han formado en América Latina: uno de ellos encabezado por gente como Hugo Chávez en Venezuela, Castro en Cuba y Ortega en Nicaragua…. Definitivamente creo que el segundo modelo es mejor para Chile. Y ese es el modelo que vamos a seguir: la democracia, el imperio de la ley, la libertad de expresión, la alternancia del poder sin el caudillismo”.
Piñera sólo dijo lo obvio pero fue más de lo que su predecesora socialista Michelle Bachelet o el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva han estado dispuesto a expresar abiertamente. Ese silencio paralizó a los gobiernos de Bush y de Obama, los cuales sentían, con razón o sin ella, que no debían ser los únicos en apuntar al asalto de Chávez a la democracia. Piñera ya ha facilitado a Washington una oportunidad para elevar su voz sobre las violaciones de los derechos humanos en Venezuela.
Esto se produjo en un momento en que Chávez ya se tambaleaba a causa de otros golpes diplomáticos. Honduras es uno de ellos. Aunque el país es pequeño, la lucha de poder entre la elite política establecida y Manuel Zelaya, el acólito de Chávez, se convirtió en una batalla regional entre partidarios y opositores de Chávez, con Brasil y otras democracias de izquierda extendidas en el medio.
El resultado representa una victoria para Estados Unidos, que fue prácticamente el único país que apoyó la elección democrática que rompió el punto muerto. Honduras es el final de la cruzada de Chávez para exportar su revolución a otros países. Bolivia y Nicaragua seguirán siendo sus únicos aliados seguros. Lula, cuya tolerancia hacia Chávez ha empañado su intento por convertirse en un estadista de talla mundial, dejará su cargo a finales de este año; las encuestas muestran que el candidato de su partido va detrás de un candidato más conservador.
Haití sólo profundiza el hoyo en que Chávez se encuentra. Bajo la mirada atenta del mundo entero, Estados Unidos está dirigiendo una operación humanitaria masiva, y los haitianos están literalmente animados ante la llegada de las tropas estadounidenses. Chávez no tiene manera de conciliar esas  imágenes con su mensaje propagandístico central a los latinoamericanos: que Estados Unidos es un “imperio” y una fuerza maligna para la región.
Luego está la crisis que Chávez afronta en casa. A pesar de la recuperación de los precios del petróleo, la economía venezolana ha caído en una profunda recesión y sigue hundiéndose aun cuando el resto de América Latina se recupera. Los economistas pronostican que la inflación podría elevarse al 60% en los próximos meses. Mientras tanto, debido a la sequía, el país está amenazado del cierre de una central hidroeléctrica que abastece 70% de la electricidad. Pero el fracaso de Chávez en invertir en nuevas plantas eléctricas significa que no existe un plan B. También existe la epidemia de la delincuencia: los homicidios se han triplicado desde que Chávez asumió el poder, lo que ha hecho de Caracas una de las ciudades más peligrosas del mundo. En un partido de béisbol reciente la multitud gritaba: “Tres strikes, luz, agua, inseguridad. Presidente tas ponchao”.
Los matones de Chávez se encargaron de golpear a esos fanáticos del béisbol. Él presidente mismo despotrica contra la “ocupación” de Haití por parte de Estados Unidos; en el canal de televisión estatal llegó a afirmar que la Marina de Estados Unidos causó el terremoto con una nueva arma secreta. El domingo, el gobierno ordenó a las redes de cable retirar de la programación a un canal de televisión opositor.
Ante este panorama, los índices de aprobación de Chávez continúan cayendo: (tiene menos del 50% de apoyo en Venezuela y del 34% en el resto de la región). El caudillo ha sobrevivido a un montón de malas noticias antes, y puede que sobreviva a esta coyuntura. Pero el momento decisivo en la batalla entre el populismo autoritario y la democracia liberal en América Latina ya pasó, y fue Chávez el que perdió.

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