PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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jueves, 24 de diciembre de 2009

CUBA Y HONDURAS: DIFERENCIAS Y COINCIDENCIAS

Con cincuenta años de diferencia temporal, y dejando de lado factores coyunturales, las revoluciones de Cuba (1959) y Honduras (2009) guardan algunas coincidencias y numerosas diferencias a saber.
* Agustin Laje Arrigoni es conferencista e investigador. En marzo del año próximo sale a la venta su primer libro.
 
En la actual isla castrista, el entonces candidato a presidente constitucional Fulgencio Batista, a tan sólo tres meses de las elecciones, temeroso porque las encuestas no le aseguraban la victoria, no vaciló en dar un golpe de Estado. Fidel Castro y su guerrilla, con el expreso e indispensable apoyo de los Estados Unidos, terminaría derrocando a Batista el 1º de enero de 1959.

En Honduras, el presidente José Manuel Zelaya, también a pocos meses de los comicios, con el patrocinio del bloque socialista que lidera el dictador de Venezuela Hugo Chávez, pretendió ejecutar un golpe de Estado vulnerando la Constitución Nacional de ese país a los efectos de perpetuarse en el poder.  La Corte Suprema de Justicia en cumplimiento de la letra constitucional y con el apoyo no de los Estados Unidos sino del Congreso (es decir, de los representantes del pueblo), evitó el golpe de Zelaya. Es así que las FFAA, a órdenes de un fiscal, detuvieron al ex presidente cuya función caducó “ipso facto” al haber vulnerado la Constitución Nacional y, de acuerdo a las previsiones institucionales, Roberto Micheletti asumió como presidente provisional.
En Cuba, luego de la revolución castrista se fusilaron y torturaron a millares de personas, se crearon cuantiosos campos de concentración, se persiguió ferozmente a religiosos, homosexuales, periodistas y políticos opositores. En Honduras no se aplicó ningún plan sistemático de exterminio de personas, y los muertos que se han registrado provienen de ambas partes, siendo uno de ellos el mismísimo sobrino de Micheletti.
En Cuba, quien ejercería temporalmente la presidencia, el tirano Fidel Castro, luego de cincuenta años se mantiene en el poder (alternando con su hermano Raúl el emprendimiento familiar totalitario), persiguiendo a todo aquel que osaba reclamar por la democracia y la libertad. En Honduras las elecciones presidenciales se llevaron a cabo el 29 de noviembre de este año, tal como estaban previstas antes de la legal intervención de las instituciones de la República.
A pesar de todo, mientras Cuba es venerado por los grandes medios de comunicación y sus sanciones internacionales son levantadas, Honduras es suspendido por la OEA y se gestan campañas mediáticas de desinformación cuyas únicas finalidades son desprestigiar tanto al gobierno provisional saliente como a las nuevas autoridades surgidas de los recientes escrutinios.
Así pues, países como Brasil, Estados Unidos, Bolivia, Venezuela, Paraguay y organismos internacionales como la citada OEA, han desconocido la voluntad de los hondureños en las elecciones, pero han respaldado la esclavitud que somete al pueblo cubano, el cual no elije a sus autoridades desde hace más de medio siglo.
Las argucias esgrimidas por los mandatarios de sendos países no resisten el menor análisis, puesto que se niegan a reconocer “elecciones convocadas por un gobierno no democrático”. Semejante disparate indicaría en consecuencia la ilegitimidad de la mayoría de las democracias de América Latina, dado que gran parte de ellas fueron el resultado de aperturas democráticas propiciadas por gobiernos de facto. En efecto, deberíamos tachar de ilegítima la gestión, por ejemplo, de Raúl Alfonsín en Argentina (1983) o de Patricio Aylwin en Chile (1989).
Pero más grave aún, es que estos mismos insólitos argumentos supondrían la imposibilidad de una apertura democrática en Cuba, pues las eventuales (e improbables) elecciones, indefectiblemente serían organizadas por un gobierno dictatorial.
Coincidencias circunstanciales y diferencias sustanciales. Cuba y Honduras dejan entrever la senda por la que camina nuestro continente. Un peligroso camino donde la democracia está siendo pisoteada por el socialismo del Siglo XXI y sus aliados, revestidos y camuflados paradójicamente de demócratas.

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