PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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viernes, 25 de diciembre de 2009

BOLIVIA: ¿LLEGO LA HORA DEL STANILISMO?

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Bolivia vive una hora difícil. Peligrosa, por demás. Ya los medios informan que, a pocos días de su más grande triunfo electoral, Evo Morales ha comenzado una auténtica cacería humana. La que apunta a los dirigentes de la oposición.

Una que tiene como blancos a los líderes políticos de otros partidos, que o no lo acompañan o lo desafían. Empezando por Manfred Reyes Villa, el segundo en los recientes comicios. Ocurre que Reyes Villa es una suerte de bandera política de la Media Luna, que rechaza a Morales y sus propuestas totalitarias. El objetivo parece ser encarcelar a Reyes Villa, con cualquier motivo o razón. Destruirlo. Sacarlo del escenario político. Lo cierto es que Reyes Villa ya no puede viajar al exterior y ha acumulado 11 diferentes causas penales por presuntos delitos cometidos cuando se desempeñara como Prefecto (opositor) de Cochabamba, en el centro mismo de Bolivia.
De cara a un régimen tan corrupto como el de Evo Morales, no es fácil aceptar que, de pronto, se transforme en una suerte de campeón de la honestidad. Porque está realmente muy lejos de serlo. Basta recordar que en los últimos cinco años cambió cinco veces al Presidente de la empresa estatal de hidrocarburos: YPFB. La más poderosa del país. Lejos. Los cuatro que antecedieron al actual presidente, debieron ser removidos -todos- por situaciones de corrupción. Uno de ellos está en la cárcel. Otro, con arresto domiciliario. Los cuatro llegaron a YPFB desde el riñón mismo de Evo Morales. Bajo su ala, entonces.

El gobierno de Morales acaba de iniciar otro proceso penal: contra Ernesto Suárez, el Prefecto del Beni, otro de los bastiones de la oposición (Beni, Pando y Santa Cruz son los tres departamentos bolivianos en los que Evo Morales perdió, una vez más, las elecciones). Y contra Mario Cossío, ex Prefecto de Tarija, y Leopoldo Fernández, alguna vez Prefecto de Pando, quien lleva quince meses detenido, sin que se haya podido probar su presunta responsabilidad en los incidentes en Pando de septiembre del año pasado. También se está procesando a la alcaldesa de Sucre, Aydeé Nava. Otra dirigente opositora.
En paralelo, la familia de Branko Marinkovic (ex Presidente del influyente “Comité pro Santa Cruz”) sabe que está siendo perseguida. Una de sus más importantes fincas agropecuarias (“Jasminka”), de unas 12.000 hectáreas, acaba de ser expropiada, para ser entregada a indígenas guarayos. A manera de primer ejemplo.
 

La sombra de Stalin
Como José Stalin a partir de 1924, Morales apunta ahora a eliminar del escenario a sus rivales políticos. Amedrentado e intimidando, de paso, a todos los demás. Como si fueran los “trotskistas” de ayer. Recordemos que Trotsky fue obligado a exiliarse en 1928, para terminar siendo asesinado, once años después.
Stalin eliminó a los “oportunistas de la derecha y a la burguesía nacional”. Esto incluyó a millones de “kulaks”, esto es campesinos de alguna envergadura. Lo hizo con dureza verdaderamente sin par, en un ambiente de terror absoluto. Como le ocurriera, por ejemplo, al algo más moderado dirigente Nikolai Ivanovich Bukharin. Ese afán insaciable de represión distinguía a los brutales “bolcheviques”, sedientos de sangre y venganza, de los más serenos “mencheviques”. Los opositores y disidentes fueron eliminados porque demoraban la transformación radical de la Unión Soviética en un “paraíso socialista”, que jamás llegó.

En 1956, Nikita Khrushchev reveló la verdad de lo sucedido. Cuando era irremediablemente tarde. A partir de entonces, el desagradable “culto a la personalidad” de Stalin fue desapareciendo. Hasta Stalingrado (el lugar en que el ejército nazi sufriera su primera gran derrota militar) se rebautizó como Volvogrado. Por esto, desde hace rato los retratos de Stalin ya no están al costado de los de Lenin. Pese a que la Rusia de hoy sigue venerando a Lenin. Han simplemente desaparecido. Pertenecen al olvido: particularmente para las generaciones jóvenes.
Hoy Evo Morales -y su vicepresidente, Álvaro García Linera- dirían seguramente que la “eliminación” de sus rivales políticos y sociales es necesaria, porque impiden la “refundación” de Bolivia. Y porque es el objetivo de una política de siembra de odios y resentimientos en la que ambos han estado empeñados por años. Casi un final previsible de la “lucha de clases” que predican, en la que ambos (como los Kirchner) creen.
¿Por qué? La respuesta es la de uno de los más claros teóricos del marxismo, el ya fallecido dictador comunista norcoreano, Kim Il Sung, quien tiene marcados paralelos ideológicos con Morales. Cuando señaló:
“La experiencia histórica demuestra que si un partido marxista-leninista (como el MAS boliviano) no eleva sin cesar el despertar clasista de las masas populares y no intensifica la revolución ideológica entre ellas, se incrementará la influencia de la ideología burguesa y se paralizará la conciencia revolucionaria de los trabajadores y, en consecuencia, no sólo no se podrá consolidar y desarrollar el régimen socialista, sino que también es posible poner en peligro hasta las conquistas que ya ha obtenido la revolución”. Por esto, los marxistas inevitablemente van por más. No conciben otro camino. El propio Kim Il Sung explica su afirmación de modo contundente, agregando:
“Debemos armar a todos los trabajadores con las concepciones de la clase obrera para que odien a sus enemigos de clase y luchen resueltamente contra el imperialismo”, para lo cual:
“Debemos eliminar el modo de vida de la vieja sociedad y establecer cabalmente el modo de vida socialista en todas las esferas, de manera que todas las personas vivan y actúen en conformidad con la naturaleza de nuestra sociedad, basada en el colectivismo”.

De allí que en el marxismo no hay espacio para los disidentes, ni para la tolerancia, a la que los marxistas consideran un lamentable “prejuicio burgués”. Por esto en el marxismo radical para el hombre no hay posibilidad alguna de ser sal, ni ser luz. Todo viene impuesto desde arriba. Esta es la definición más clara del totalitarismo y es bueno recordarla para comprender las conductas de los Morales y García Linera y no equivocarse en la proyección de lo que el futuro puede deparar a Bolivia.
Morales y García Linera ya controlan -en gran medida- a una justicia a la que conciben como agente de su revolución. Y que, por ello, no debe en su concepción, ser ni independiente, ni imparcial. Una que luce cada vez más “travesti”, algunos de cuyos actores no son, ni serán, independientes. Una con la que es posible impulsar parodias y disimular la verdad; esto es, consumar persecuciones disfrazándolas como les plazca. Con acusaciones falsas y contando con fiscales y jueces (inferiores, por ahora) venales o “ideologizados”, que pueden criminalizar a los más prominentes rivales, disidentes y opositores de Morales, arruinándolos económicamente, de paso. Como si se tratara de un paso inevitable.
Curiosamente, el propio Vladimir Ilyich Lenin advirtió lo que podía suceder si no se “frenaba” a José Stalin, particularmente cuando escribió, proféticamente:
“Luego de asumir el cargo de Secretario General, el camarada Stalin acumuló en sus manos un poder inconmensurable y no estoy seguro que habrá de ejercer siempre ese poder con el cuidado necesario”. Millones de muertes fueron la consecuencia de no haber actuado a tiempo. Nikita S. Khrushchev, en su conocida denuncia al Comité Central del Partido Comunista Soviético acerca de los abusos estalinistas, agregó:
“Stalin no actuó a través de la persuasión, explicación o cooperación paciente con el pueblo, sino mediante la imposición de sus ideas y conceptos, exigiendo a todos una absoluta sumisión a sus opiniones”. Esto es lo que, para algunos, exige la ortodoxia marxista, como nos explica Kim Il Sung.

A la manera de Hugo Chávez o Fidel Castro. Y presumiblemente pronto también de Evo Morales. Este último utiliza -desde hace rato- la noción de los “enemigos del pueblo”, creada y utilizada con particular eficacia por Stalin. Recurriendo a ella, Stalin no tuvo siquiera necesidad de explicar por qué eliminó a los millones de rusos a quienes decidió aniquilar. Al ser “enemigos del pueblo” debían ser desplazados, sino muertos. Ese es precisamente el peligro que, advertimos, se cierne sobre Bolivia cuando Morales tiene en sus manos la “suma del poder público”, razón por la cual la sombra del estalinismo se proyecta amenazadora sobre Bolivia.

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