Cuando el 2 de agosto de 1990 Irak invadió el pequeño emirato de Kuwait, Saddam Hussein pensaba que sería un botín fácil. Después de todo, las fuerzas militares kuwaitíes -en cuanto a número y equipamiento- no eran rival para la maquinaria bélica iraquí (fogueada durante ocho años de guerra con Irán). Además, las grandes potencias estaban demasiado ocupadas resolviendo el fin de la Guerra Fría.
*Alberto Rojas Moscoso
Pero estaba muy equivocado. La ONU impuso sanciones, bloqueando toda venta de armas a Irak y prohibiendo la compra de su petróleo. Y Estados Unidos organizó una fuerza multinacional (en su mayoría desplegada en Arabia Saudita) a la espera de que expiraran los plazos dados por la ONU para que Bagdad retirara sus tropas de Kuwait.
De esta forma, la aventura bélica de Hussein se transformó en la Primera Guerra del Golfo, un conflicto que -tal como lo ratifican destacados analistas en temas de defensa- definió la mecánica de los conflictos del futuro.
La idea en la Primera Guerra del Golfo era realizar una intervención bélica corta para así evitar que la opinión pública y los medios de comunicación criticaran un prolongado despliegue militar.
Alta tecnología
El arsenal usado en contra de Irak consideró armas que nunca antes habían sido probadas en combate, junto con un uso estratégico de la información. Así lo ratifica Richard Betts, director del Instituto de Estudios sobre Guerra y Paz de la Universidad de Columbia, Nueva York: "Los aspectos tecnológicos más importantes fueron los que permitieron integrar la información de inteligencia con las unidades de combate". Ese fue el caso de las primeras bombas de precisión guiadas con láser y las baterías antimisiles Patriot, capaces de destruir blancos predeterminados e interceptar en vuelo los misiles Scud iraquíes, respectivamente.
También fue el estreno del bombardero F-117 Nighthawk, construido con tecnología "stealth" (invisible al radar). La misma que hoy utilizan el F-22 Raptor y el F-35 Lightning II. Otro actor clave fue el helicóptero artillado Apache AH-64, con una capacidad de fuego sin contrapeso hasta hoy. "Fue la mayor guerra de EE.UU. desde Vietnam, y ante la predicción de algunos acerca de que sería una guerra larga, su corta duración fue vista como una revolución militar basada en armas inteligentes", sostiene John Pike, analista en temas de defensa y director de GlobalSecurity.org.
En pantalla
La cobertura de los medios también fue un hito de la Guerra del Golfo. La CNN se convirtió en la primera cadena en transmitir una guerra en vivo y en directo, cuando las imágenes del bombardeo aliado sobre Bagdad llenaron las pantallas de los televisores en todo el mundo. De hecho, el propio Saddam Hussein seguía las alternativas del conflicto viendo los reportes de Peter Arnett, el veterano corresponsal de guerra que CNN tenía en la capital iraquí. Pero no todo fue positivo, porque una de las lecciones que Vietnam dejó en EE.UU. fue la importancia del control de los medios. Y eso se tradujo en que todos los periodistas comenzaron a operar en grupos (pool), sin posibilidad de reporteo independiente y teniendo acceso sólo a la información oficial. Esto sirvió para poner en práctica lo que hasta hoy es conocido como "la niebla de la guerra": la desinformación. Es decir, entregar antecedentes falsos a través de la prensa para así confundir al enemigo.
Nueva estrategia
El inicio de la operación Tormenta del Desierto -en la madrugada del 16 de enero de 1991- puso en práctica una estrategia inédita hasta entonces, basada en gran medida en las lecciones aprendidas de Vietnam. Uno de sus arquitectos, el general Colin Powell (que luego sería Secretario de Estado de George W. Bush), creía firmemente que las nuevas guerras debían ser cortas. Así evitaría que la opinión pública y los medios comenzaran a criticar un prolongado despliegue militar. Y para ello, su principal instrumento fue la llamada "ofensiva aeroterrestre". Es decir, una oleada de bombardeos aéreos a gran altura sobre blancos neurálgicos, para que -una vez debilitado el enemigo- las fuerzas terrestres consolidaran la victoria con mínimas bajas. "Fue la puesta en práctica de una estrategia originalmente diseñada para combatir a la Unión Soviética en Europa", asegura Steven Simon, analista del Consejo de Relaciones Exteriores. Algo que ciertamente se aplicó con éxito en Kosovo (1999), pero no así en Afganistán (2001) ni Irak (2003).
Sus consecuencias
El triunfo de la coalición internacional liderada por Washington -100 horas después de iniciar la ofensiva terrestre y a seis semanas de los primeros bombardeos sobre Irak- consiguió mucho más que la liberación de Kuwait. Para el Pentágono fue la oportunidad de probar sus armas contra el arsenal soviético de Irak, demostrando su absoluta superioridad. Al mismo tiempo, EE.UU. fortaleció su imagen de potencia en desmedro de la Unión Soviética, que no participó de la coalición y fracasó en todas sus gestiones diplomáticas. Pero sobre todo se tradujo en una presencia permanente de Estados Unidos en la zona del Golfo Pérsico. "La seguridad regional se volvió más y más dependiente de EE.UU. y su poderío militar", asegura Brian Katulis, analista del Center for American Progress. "Además, la presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudita desde 1990, consecuencia directa de la guerra, fue el principal motivo de Osama Bin Laden para embarcarse en la campaña terrorista contra EE.UU. y sus aliados, que culminó en el atentado del 11-S y la consiguiente guerra en Afganistán"
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