A la entrada del edificio principal del campus de la CIA en Langley, Virginia, hay un muro de mármol blanco cubierto por más de un centenar de estrellas. Cada una de esas estrellas de cinco puntas representa a un empleado de la Agencia Central de Inteligencia caído en acto de servicio desde 1947. Los visitantes también pueden contemplar una vitrina con un libro encuadernado en cuero negro que identifica con nombre y apellidos a más de la mitad de esos agentes. El resto son muertos confidenciales que los servicios de inteligencia de Estados Unidos prefrieren mantener en secreto.
Esta semana se han añadido doce estrellas adicionales. Una representa a Jennifer Lynne Mathews, madre de tres niños con una vida más o menos suburbana a las afueras de Washington. Aunque en realidad, a sus 45 años, era una de las principales especialistas de la "compañía" en la lucha contra Al Qaida. Carrera truncada el pasado 30 de diciembre cuando la jefa de la base que la CIA operaba en la provincia afgana de Khost, junto a otros seis compañeros, murieron en un atentado suicida perpetrado por un agente doble jordano.
Durante la ceremonia de recuerdo, que se repite cada año sin acceso para la Prensa, el actual director de la CIA elogió a los "héroes" y "silenciosos guerreros" que han perdido la vida en el desempeño de misiones clandestinas. Según Leon Panetta, "al margen de que sus nombres sean conocidos por el mundo o sólo por nosotros, cada uno de estos estimados colegas permanece como una constante fuente de inspiración y valentía".
De las doce estrellas añadidas este lunes, sólo se conoce la identidad de siete. Ahora, el muro en el "lobby" de la CIA contiene un total de 102 estrellas. Pero el libro de cuero negro solamente menciona 62 nombres. El resto de la lista dividida por años permanece bajo secreto.
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