*Mikel Ayestarán
El 23 de diciembre de 2003 un terremoto de 6,6 en la escala de Richter asoló la ciudad de Bam, al sureste de Irán, y más de cuarenta mil personas perdieron la vida. Fue el último gran temblor en un país donde políticos y sismólogos alertan una y otra vez a las autoridades sobre el riesgo sísmico de Teherán, la enorme capital que se asienta entre dos grandes fallas, una en el norte y otra en el sur, por lo que la califican como “una de las capitales más sensibles del mundo”. Apenas una semana después de la celebración de la Cumbre de desarme y no proliferación de armas nucleares y cuando el mundo sigue de cerca los ejercicios militares que la república islámica desarrolla estos días en el Golfo, el presidente Mahmoud Ahmadineyad, ex alcalde la capital, centró su atención en el riesgo sísmico advirtiendo que "Teherán tiene 13 millones de habitantes. Si ocurre cualquier incidente ¿Cómo podríamos gestionarlo? La capital debería ser evacuada, al menos cinco millones de personas deberían abandonar la ciudad”. Las palabras del dirigente ultraconservador se produjeron en el acto del anuncio oficial de un plan por el que se ofrecen ayudas económicas a los ciudadanos capitalinos que acepten un traslado a poblaciones de menos de 25.000 habitantes.
En 2006 se presentó un informe elaborado de forma conjunta por expertos japoneses e iraníes que durante cinco años estudiaron la situación de Teherán –que sufrió el último gran temblor en 1831- y las consecuencias que un terremoto tendría sobre la capital. Un grado seis en la escala de Richter causaría daños muy graves. Y un grado siete, muy común en la república islámica, ocasionaría la destrucción total y más de un millón de muertos. Estas fueron las conclusiones principales de un estudio que cuatro años más tarde ha llevado a las autoridades a incentivar la salida de ciudadanos a áreas rurales y a estudiar de forma seria un cambio de capital para el año 2025. El Líder Supremo, Alí Jamenei, presentó esta propuesta y el Consejo de Discernimiento aprobó a finales del pasado año el estudio definitivo que permitirá mover la capitalidad más al sur, a una zona sísmicamente segura entre la ciudad santa de Qom y Delijan.
Capital iraní desde 1775, los estudios realizados reflejan que además de las dos grandes fallas al norte y sur, al menos otras 98 fallas de menores atraviesan el subsuelo teheraní. Con más de doce millones de habitantes se ha convertido en la mayor urbe de Oriente Medio y se trata del centro económico, político y cultural de Irán, con lo que su sustitución presenta todo un desafío. Incluida en lo que los sismólogos denominan región alpina, formada por India, Irán, Turquía, aquí se produce el seis por ciento de la actividad sísmica mundial.
El ejemplo brasileño, que en 1961 cambió Río de Janeiro por Brasilia, es uno de los casos recientes en los que puede mirarse Irán, aunque con la actual situación interna en la república islámica los medios reformistas califican el cambio de capitalidad como un paso más para desviar la atención internacional sobre el caos político originado por la reelección de Mahmoud Ahmadineyad.
Cien años sin temblores
“La sismología es una ciencia joven y aún no podemos predecir estos fenómenos. El último temblor que afectó a la capital fue hace cien años, así que suponemos que el próximo está cercano. Estoy seguro al cien por cien de que llegará y por eso trato de convencer a las autoridades de que hay que cambiar la capital de sitio antes de que sea demasiado tarde”, confesaba en una entrevista realizada durante un viaje a Teherán el profesor de geofísica Bahram Akashe, la máxima autoridad en sismología del país.
Asesor personal de los ex presidentes Jatamí y Rafsanyani, Akashé lamentaba que “se promulgan leyes y más leyes, pero luego nadie las cumple. Es como el tráfico. Tenemos un código de circulación exquisito, pero la ciudad es un caos. Con los terremotos ocurre lo mismo. Nuestras leyes hablan de medidas de prevención, de la obligación de respetar unas normas en la construcción de edificios, pero luego cada uno hace lo que le da la gana. Ni siquiera disponemos de Plan Nacional”, una situación preocupante en un país que sufre un promedio de por lo menos un temblor diario.
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