La reacción oficial ante el contenido del avión estadounidense es un eslabón más en la cadena de sobreactuaciones y actitudes poco responsables en materia de política exterior.
Editorial Clarin.com
El avión de la Fuerza Aérea estadounidense transportaba hombres y materiales destinados a una operación conjunta con fuerzas de seguridad del país, como parte de un programa de cooperación acordado entre los gobiernos de Argentina y Estados Unidos. Una parte de los materiales no habrían estado adecuadamente declarados, lo cual se contrapone con la legislación argentina y con la conducta que debería observar cualquier misión oficial al ingresar a un país amigo. Un episodio similar sucedió el años pasado y fue resuelto discretamente, con el retiro del transporte del Gobierno de Estados Unidos.
En el caso actual, el Gobierno decidió realizar una airada posición pública con argumentos improcedentes, como la hipótesis de que algunos elementos podrían ser utilizados para atentados terroristas.
Con el correr de los días, y a pesar de que ni la Justicia ni las autoridades aduaneras encontraran que se cometió un delito, el Gobierno nacional prosiguió la escalada del conflicto y, a la sobreactuación del Canciller Héctor Tímerman se sumó la declaración de la presidenta Cristina Kirchner sobre la voluntad de defender una soberanía que nunca estuvo en juego.
Estas actitudes pueden deberse al despecho de que el presidente Obama haya decidido no visitar la Argentina en su gira latinoamericana, al propósito de seducir a un sector del electorado, a una interna dentro del Gobierno o a una combinación de estos factores.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que más allá de una gestualidad incompatible con el manejo responsable de las relaciones internacionales, el kirchnerismo ha sostenido desde el inicio de su gestión una política externa coincidente con los intereses estratégicos de Estados Unidos, que ha mantenido la posición de la Argentina como aliado estratégico extra OTAN, acordado durante el gobierno de Carlos Menem, que ha realizado denodados esfuerzos para conseguir una entrevista con Obama y que, como surge de los cables de la Embajada de los Estados Unidos en nuestro país, y de las actuaciones recientes en el ámbito regional, más de una vez abogó por la defensa de posiciones estadounidenses ante países vecinos.
Aún así, la actitud del Gobierno en el caso del avión, ha causado comprensible malestar en el Gobierno y en los medios políticos de Estados Unidos.
Una mención especial le cabe al papel del ministro de Relaciones Exteriores cuyas intervenciones carentes de profesionalismo y sus expresiones reñidas con el estilo que debería caracterizar a cualquier funcionario, pero mucho más a uno de su cargo, ha contribuido a desprestigiar la función pública y a dañar los intereses y la imagen de la Argentina ante el mundo y en particular ante Estados Unidos.
Baste recordar que recientemente, con el propósito de criticar a un adversario político, calificó de escuela de tortura a un instituto de entrenamiento de Estados Unidos, al cual concurren efectivos locales, así como de otros países de la región.
La irresponsabilidad y arbitrio de la política oficial, contribuye a cimentar la desconfianza en la credibilidad y previsibilidad de la Argentina en el exterior, con los previsibles costos diplomáticos y económicos que deberá soportar, no sólo el Gobierno, sino el conjunto de la sociedad.
En el caso del avión estadounidense el Gobierno ha tenido una actitud poco responsable, motivada por la política interna e incompatible con las conveniencias de las relaciones internacionales. Hay que tener en cuenta que, más allá de la gestualidad, el kirchnerismo ha mantenido una política exterior de cercanía con Estados Unidos. La política oficial cimenta la falta de credibilidad y de previsibilidad de la Argentina ante el mundo.