En unos 18 meses, aproximadamente, debido a la llegada de los Leopard 1A5, el Ejército brasileño comenzaría a trasladar toda su dotación de blindados M-60 A-3 hacia Campo Grande, capital del Estado de Matto Grosso do Sul, hacia donde ya transfirió un escuadrón de helicópteros de uso general tiempo atrás y donde se mantenían en dudoso estado unas decenas de M-113.
Esta región limita con el Norte de Paraguay y con el Sudeste boliviano, áreas complejas en lo que a narcotráfico se refiere, trafico de armas y de personas y tránsito de grupos terroristas. Se afirma haber visto miembros del EPP guaraní cruzando la frontera, mientras núcleos de campesinos extremistas brasileños también cometen tropelías, por lo que, tanto las policías federales y regionales, como todas las fuerzas militares, han redoblado efectivos y material en los últimos dos años, así como sus acciones de inteligencia, a nivel de recursos humanos y tecnológicos.
También el Instituto Brasileño de Medio Ambiente(Ibama) y organismos regionales, ante diversos focos de depredación ambiental, realizan mayores inspecciones aéreas y terrestres y fluviales. Casi un 90 por ciento de los derivados de la coca y la marihuana que se consume de allí, hace escala en Brasil hacia otros puntos, así como la mayoría del armamento clandestino disponible en ese país procede de esas fronteras, en las que las autoridades se ven impulsadas a realizar y exhibir despliegue notorio de seguridad, máxime después que el Gobierno boliviano ordenó aumentar significativamente recientemente el plantío de coca, precisando la extracción de la pasta base de la cocaína, cuyo consumo y efectos devastadores se han quintuplicado en el Cono sur en los últimos seis años.
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