PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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BICENTENNIAL MILITARY ARMY OF CHILE 2010

REPORTAJES ESPECIALES E INFORMACIÓN ADICIONAL

lunes, 3 de mayo de 2010

EL BARRIO MAS CHAVISTA

A pesar de los carteles donde se arenga la igualdad, Caracas, la nueva capital del comunismo latinoamericano, puede ser tan predecible como Bogotá o Buenos Aires, con carros que valen una fortuna esperando el cambio de semáforo y niños drogadictos durmiendo en las aceras. En el centro de Caracas, Chelo Batista, un transportador pirata, ofrece un tour que incluye visita al Palacio de Miraflores, a los museos bolivarianos, al Zoológico de Caricuao y un paseo por la barriada más célebre de la ciudad: el 23 de Enero, capital del gobierno popular, sede de la Coordinadora Simón Bolívar, la misma que cada año, los 26 de marzo, celebra una fiesta en honor a la memoria de 'Manuel Marulanda', fundador de las Farc.
Nadie, a menos que logre contactos previos con los líderes de colectivos que allí funcionan, puede andar por el barrio. Los turistas que Chelo lleva en su taxi toman fotos desde lejos, desde abajo, en la autopista que lleva al aeropuerto de Maiquetía. Allí, con cámaras del tamaño de tarjetas de crédito, pueden verse alemanes, canadienses, franceses, gringos, fotografiando la última versión de un barrio comunista.

Primera postal
En el 23 de Enero viven cerca de 400.000 personas, casi las mismas de una ciudad intermedia como Armenia, Pereira o Manizales. Pero es un barrio, y la policía tiene prohibido ingresar. Eso lo sabe el gobierno. Las milicias bolivarianas patrullan, y en los postes de luz, y en las ventanas, en cualquier parte, hay cámaras de video: parece la última versión de Gran Hermano, ese reality show en el que nadie podía escapar de ser visto. Un instante después de entrar, alguien se acerca a preguntar la identidad del visitante. Los colombianos, precedidos de la fama antisubversiva de Uribe Vélez y su autorización para la instalación de bases norteamericanas, son los que más desconfianza producen.
La geografía del 23 está dominada por bloques de apartamentos de hasta 400 viviendas, panales humanos con ropa extendida en sus ventanas y antenas de televisión satelital. Fueron construidos por el dictador Marcos Pérez Jiménez y se iban a llamar 2 de Diciembre, que era el día de su cumpleaños. Pero la historia decidió otra cosa. Las viviendas terminaron bautizadas con la fecha de su derrocamiento: 23 de enero de 1958. Con el tiempo, alrededor de los altos muros se fueron sembrando casas, unas encima de otras, como en cualquier pesebre latinoamericano. Algunas calles son serpientes loma arriba, estrechas y sinuosas, y en opinión de Chelo Batista, también venenosas, por las que más vale no aventurarse.
Esta adaptación muy particular de la última cena adorna un establecimiento público. Al lado de Jesucristo aparecen Marx, Lenin, Mao, ‘Tirofijo’, y por supuesto, tratándose de un barrio que más parece el templo del chavismo, Simón Bolívar y Hugo Chávez.
R.M. es miembro de uno de los colectivos de la zona, la Coordinadora Simón Bolívar. Está aquí para mostrar la plazoleta cultural donde su organización levantó un busto de 'Tirofijo', a quien él y sus compañeros consideran un caudillo de la causa libertaria de los pueblos y una especie de mártir colombiano. No admiten cuestionamientos.
 La Piedrita, el sector mas radical y virulento del barrio 23 de enero, el que alberga a un sinnúmero de pandillas fuertemente armadas leales a Chávez
Si alguien quiere precipitar una discusión infructuosa de horas, el lugar es el 23 de Enero. La cabeza de 'Tirofijo', del tamaño de una lámpara de mesa, observa impasible, sin emoción alguna, su gesto más vivo. Algunos habitantes del barrio pasan y le tocan la frente como si lo hicieran sobre la barriga de un buda. Alrededor hay pinturas a todo color de Chávez, de Mao Zedong, y no muy lejos de allí, en una pared inmensa, de un Jesús armado con un fusil AK-47 con doble proveedor de munición. En una escuela vecina, a donde siempre sube a votar el mismísimo Presidente, hay un mural de la última cena. Los apóstoles son Marx y Stalin, Fidel y Raúl Castro, el Che Guevara, de nuevo 'Tirofijo' y claro, Chávez y Evo Morales. La pregunta es: ¿Igual que en la fábula bíblica, habrá un Judas Iscariote que terminará arrepentido y colgado de una cuerda? En la pasada Semana Santa, la Revolución Bolivariana pareció estar a prueba una vez más.
Acosado por la falta de agua en los embalses, el gobierno decretó un puente festivo de nueve días. Aunque cuesta creerlo, muchos ciudadanos se molestaron por la medida e intentaron ir a trabajar. No deja de ser una rareza, pero ya se sabe: este es el tiempo de la oposición a cualquier cosa que proponga el Presidente, incluso a los días que pagan por dormir. Los comerciantes insistieron. Según ellos, la Semana Santa más larga de la historia representaría un ahorro de energía de apenas el 3 por ciento y en cambio su costo sería enorme: 7,5 billones de bolívares, unos 2.000 millones de dólares. Al final, Chávez no tuvo más remedio que amenazar a los venezolanos con multarlos si no se iban a descansar, y miles terminaron en las playas bronceando su enojo. Para tranquilidad de los fieles, un obispo salió en televisión y prometió que las parroquias costeras tendrían suficientes hostias para los turistas.
Maribel Guzmán, la empleada de uno de los hoteles cinco estrellas de Caracas, vive en La Piedrita, otro de los barrios afines al gobierno, contiguo al 23 de Enero. En un extremo de su cuadra, el gobierno ha puesto un mercado popular donde se venden artículos de la canasta familiar a precios muy económicos. Un pollo, por ejemplo, vale 12.000 bolívares, menos de 4.000 pesos colombianos. La leche, el azúcar, el arroz, las lentejas y los fríjoles pueden conseguirse con un ahorro de hasta el 60 por ciento. La desdicha es que a veces los productos escasean, se lamenta Maribel, y deben esperar el surtido que llega en camiones del Ejército Bolivariano. Ella fue una de las personas que, el pasado 26 de marzo, en la fiesta en honor de 'Tirofijo', leyó un poema de Benedetti, el escritor uruguayo. El poema hablaba del amor a la patria y a los niños, y a la mujer. En el barrio hay gente que, cuando pasa frente a la escultura del líder guerrillero, hace el saludo militar en señal de respeto.

La otra postal
Z.L. es un fabricante de muebles, dueño de un campero con vidrios blindados. Vive en el sector de El Laguito, uno de los más exclusivos de la capital. Para él, el socialismo del siglo XXI se reduce a un acto de magia que consiste en invertir las cosas, pero en tal proporción, con tal simetría, que al final nada cambiará. "Ahora los nuevos ricos son los socialistas, y los nuevos pobres son los viejos gamonales. En medio de ambos, como jamón de cerdo, están los pobres de siempre", dice el hombre, mientras sorbe una cerveza con cero contenido de azúcar. Desde su apartamento se ve un trozo de Caracas a oscuras, iluminado a medias por las luces blancas de los bombillos ahorradores de energía que el gobierno mandó poner en todas partes. "Parecemos un árbol de Navidad muy triste", dice Z.L.

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