Es el hombre más peligroso, detestado y perseguido en todos los confines de Rusia. El líder islámico checheno Doku Umarov reivindicó el doble atentado suicida del lunes en el metro de Moscú —que mató a 40 personas—utilizando un argumento desolador: “Es una acción legítima de venganza por los continuos asesinatos de civiles en el Cáucaso”. Esta es la región ubicada entre el Mar Negro y el Mar Caspio, un lindero que separa Europa del Este de Asia.
Líder islámico checheno Doku Umarov, al centro, prometió vengar cada muerte chechena, comenzó con el atentado terrorista en el metro en Moscú
Siguiendo esa consigna de odio hubo otro ataque, dos días después, que asesinó a 12 personas —entre ellas nueve policías— en la república rusa de Daguestán y luego en esta misma región un auto explosionó y mató a dos presuntos extremistas. Para entender esta voracidad vengativa que tiene en vilo al Kremlin, es necesario recordar de dónde viene este asolador Umarov y el contexto candente y decadente del separatismo en Chechenia: su tránsito del mero nacionalismo al integrismo religioso.
ESTELA DE ATROCIDADES
Siempre ha sido esta una zona convulsionada: en los años 40, Stalin quiso disolver el nacionalismo checheno —ya rebelde y perenne contra los zares— acusándolos de haber colaborado con Hitler. Los deportó masivamente a Siberia y recién pudieron volver una década después gracias a Nikita Krushev. Una vez derruida la Unión Soviética, en los años 90 muchas repúblicas consiguieron su independencia. Chechenia —mayoritariamente musulmana— lo intentó también e incluso formó una república, que los rusos quisieron aplastar. El ingeniero Doku Umarov —que tiene hoy 46 años— luchó en la primera guerra chechena-rusa (de 1994 a 1996). El gobierno temporal pasó por alto que había sido condenado dos veces por homicidio y por hacer un negocio de los secuestros guerrilleros, y lo ascendió a general con la condecoración de Héroe de la Nación mientras duró su rebelión. Por esto, en el 2000, durante la segunda guerra de Chechenia, su cuello tenía precio y fue dado por muerto muchas veces. Vladimir Putin cimentó su poder en Rusia sofocando sin piedad el independentismo checheno. En el 2006, un sobreviviente Umarov se declaró jefe de los insurgentes y un año después, radicalizando sus creencias wahabistas (islam ortodoxo), declaró la creación del Emirato del Cáucaso, incluyendo a las poblaciones musulmanas rusas de Daguestán, Ingusetia, Osetia y las montañas caucásicas. Entre estas, las caóticas Daguestán e Ingusetia —acosadas por la pobreza, la criminalidad civil y la lucha de siglos entre clanes étnicos, como en todo el Cáucaso— son un territorio fecundo para la violencia. No así la propia Chechenia, donde los combatientes han sido diezmados por la represión de Ramzan Kadyrov, el encargado ruso ahí.
En este tiempo Umarov ordenó la explosión del tren Névski Express el año pasado, donde murieron 27 personas, entre muchos otros atentados. Y el mes pasado declaró finalmente la yihad (guerra santa) contra Rusia, Gran Bretaña, Israel y EE.UU. Sin embargo, la conexión de estos radicales con Al Qaeda no está clara. Su fallecido maestro guerrillero Shamil Basayev (el primer “Azote de Alá” para los rusos) declaró una vez: “No he conocido a Bin Laden. No he recibido dinero de su parte, pero no habría declinado la oferta”. Umarov consideraba al devastador Basayev un ejemplo y lo nombró “generalísimo” póstumamente. La simpatía con Bin Laden así es ostensible, pero sus posibles relaciones aún son solo una hipótesis.
SUICIDAS VENGADORAS
La prensa rusa las ha bautizado como las viudas negras. Son las kamikazes del atentado del tren de Moscú: Djennet Abdurajmanova, de 17 años, viuda del subversivo Umalat Magomedov, abatido el año pasado; y una segunda muchacha de 20 años que también tuvo un marido combatiente muerto. Fue a partir del 2000 que los chechenos utilizaron ataques suicidas. Y en el 2002 empezaron a participar mujeres en los secuestros. Incluso fueron las más virulentas en la toma de la escuela de Beslán en el 2004, donde murieron 360 personas, la mitad de ellos niños. Las primeras mujeres kamikazes aparecieron en el 2003 cuando se inmolaron en un concierto de rock al aire libre y asesinaron a 15 personas. Stephen Mulvey, analista de la cadena BBC, sin justificarlas, recuerda: “En los últimos 14 años, innumerables mujeres quedaron viudas o perdieron hijos, hermanos o esposos, y fueron violadas. El síndrome de estrés postraumático es generalizado entre las chechenas”. El mentor de Umarov, Shamil Basayev se ufanaba de tener un comando de mujeres suicidas. Su criminal reemplazante no quiere quedarse atrás y aprovecha las carencias sociales y psicológicas de las mujeres de la región.
RESPUESTA CRUEL
La retórica bélica es abrumadora en Rusia, pese a que sus intelectuales insisten en que el Gobierno se ocupe primero de los problemas de pobreza y desigualdad en el Cáucaso. El presidente Dimitri Medvedev pidió el jueves aplicar medidas “más crueles” para combatir “la escoria” y afirmó: “A los bandidos más odiosos les retorcimos la cabeza, pero por lo visto eso es poco”. Los organismos de derechos humanos denuncian al Ejército ruso con insistencia. Oleg Orlov, director de la ONG Memorial, sostiene que la situación en el norte del Cáucaso está desbocada y afecta más a la población civil: “Dos máquinas inhumanas están operando, de cada lado”. 80.000 personas murieron durante la primera guerra entre Rusia y Chechenia, a principios de los años 90, donde ganaron temporalmente los secesionistas.
EN PUNTOS
Con el nombre de República Chechena de Ichkeria, los rebeldes chechenos se declararon Estado Independiente en 1991, controlando de facto grandes zonas del país durante el gobierno de Dzyojar Dudáyev. Solo fueron reconocidos por el otrora gobierno talibán en Afganistán y por un pronunciamiento de Georgia. En el 2000, tras una brutal guerra, el territorio de Chechenia fue reincorporado a la Federación Rusa.
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