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viernes, 10 de julio de 2009

¿QUE ES EN REALIDAD EL ALBA-TCP, DE HUGO CHAVEZ?


*Carlos Malamud

El 24 de junio del 2009 se realizo una Cumbre extraordinaria de los presidentes de los países latinoamericanos del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América), en el venezolano estado de Carabobo, a 130 kilómetros de Caracas. La fecha coincidio con un nuevo aniversario de la batalla del mismo nombre, decisiva en el proceso de emancipación de la Gran Colombia. En esta Cumbre se materializo la incorporación de tres nuevos miembros: Ecuador, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda.
El número de integrantes del ALBA aumenta a nueve, los tres mencionados
más Venezuela y Cuba, los fundadores, y las incorporaciones posteriores de Bolivia, Nicaragua, Honduras y Dominica.
El 14 de diciembre de 2004, en La Habana, Hugo Chávez y Fidel Castro decidieron impulsar el ALBA, cuyas siglas entonces significaban Alternativa Bolivariana para las Américas, en clara oposición al proyecto estadounidense del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). De ahí que la línea del ALBA contradijera claramente cualquier orientación y formato librecambista, postura que se mantiene hasta hoy como la principal seña de identidad del ALBA.
Para profundizar el enfoque contrario al libre cambio, en otra reunión celebrada en Cuba el 29 de abril de 2006, Chávez, Castro y Evo Morales firmaron el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), un confuso documento que buscaba impulsar los intercambios de bienes y servicios entre los países del ALBA a partir de mecanismos no mercantiles. Al menos teóricamente el ALBA quiere constituirse en un esquema de integración que no recurra a mecanismos típicamente capitalistas, aunque los pasos dados hasta ahora son bastante contradictorios y se han obtenido escasos resultados concretos. Pese a ello, y a los logros integracionistas más bien modestos, por no decir prácticamente nulos, el canciller ecuatoriano, Fander Falconí, manifestó que el ingreso de su país en el ALBA impulsará la integración regional.
Para el ministro, el ALBA se está constituyendo en un esquema de integración "que busca potenciar las ventajas comparativas de sus países miembros y, de esa manera, compensar las asimetrías existentes en la región". Como no podía ser de otro modo, la retórica grandilocuente y con objetivos imposibles de concretar termina imponiéndose. Así, uno de los proyectos estrella de Ecuador para su nueva etapa de miembro pleno del ALBA es el Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE). Según las autoridades ecuatorianas se trataría de un sistema de pagos que busca agilizar las transacciones comerciales entre los países miembros al permitir el pago de saldos entre exportaciones e importaciones.
Más allá de las buenas intenciones, este tipo de proyectos no tiene en cuenta ni la dimensión de las economías implicadas en el ALBA, ni el volumen de los intercambios entre unos y otros. Salvando la relación con Venezuela, impulsada de forma bastante artificial en los últimos tiempos, y en mucho menor medida con Cuba, las exportaciones e importaciones entre el resto de los países son prácticamente insignificantes. Venezuela es de lejos la mayor economía del ALBA con un PIB de US$ 379.000 millones. Gracias al petróleo es la cuarta economía de América Latina tras Brasil, México y Argentina, si bien por sus problemas económicos, reflejados en una inflación cada vez menos controlable y la falta de seguridad jurídica, no es capaz de atraer la inversión extranjera directa, aunque ésta se busca en inversiones de empresas estatales, principalmente chinas, rusas o iraníes, aunque también brasileñas. Bastante atrás está Ecuador, cuyo PIB anual no llega a los US$ 65.000 millones, menos del 15% del de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), en su conjunto. Se trata de la octava economía regional. Le siguen a más distancia Cuba (45.000 millones), Honduras (22.000 millones) y Bolivia (18.000 millones). Por su parte, el PIB sumado de Nicaragua, Dominica y San Vicente y las Granadinas no llega a u$a 10.000 millones. Como señalaba El Comercio, de Ecuador, todos los países del ALBA, salvo Venezuela, superan por poco el PIB de Perú (130.000 millones), pero distan mucho de alcanzar los 203.000 millones del PIB de Colombia.
Los principales atractivos para los países que se quieren integrar al ALBA son los fondos de la cooperación venezolana y Petrocaribe, de gran poder de convocatoria entre los países más pobres de América Central y el Caribe. Aquí es donde encontramos, precisamente, las principales fortalezas y debilidades del ALBA. Por un lado tenemos a un grupo de países capaz de actuar de forma bastante disciplinada en los foros internacionales, especialmente en la medida en que
la línea viene dictada por el gobierno de Hugo Chávez. Por el otro, la unidad se mantiene a golpe del talonario de cheques, y la cohesión de las filas se prieta en tanto los recursos económicos sigan llegando desde Caracas. Éste es el aliciente que explica la presencia prácticamente unánime de mandatarios en las Cumbres del presidente Chávez.
La integración al ALBA no le sale gratis a los países miembros. Las necesidades estratégicas de Hugo Chávez son las que priman por encima de otras consideraciones. Por eso Irán se vinculó en 2007 como miembro observador del ALBA. El peaje que han tenido que pagar Nicaragua, Bolivia y Ecuador es el reforzamiento de sus relaciones con Irán, algo totalmente ajeno al bagaje histórico, cultural y comercial de esos países. De momento Hugo Chávez ya ha salido en defensa de la "revolución islámica". (N. no olvidar el arribo de Hezbola y su embajada en Caracas, Venezuela) Es de suponer que en muy poco tiempo, el resto de los países miembros, imbuidos de doctrina bolivariana, terminen haciendo algo semejante.

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*Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Eduación a Distancia (UNED), de España, e Investigador Principal para América Latina y la Comunidad Iberoamericana del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony´s College de la Universidad de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 ha dirigido el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset, del que ha sido su subdirector.
Comenzó su carrera académica trabajando en historia económica del período colonial para luego especializarse en historia política latinoamericana de los siglos XIX y XX. Actualmente compatibiliza su trabajo de historiador con el de analista político y de relaciones internacionales de América Latina.
Ha escrito numerosos libros y artículos de historia latinoamericana, destacando su reciente Historia de América, Alianza Editorial, Madrid, 2005. Colabora frecuentemente en prensa escrita, radio y TV. Sus artículos se publican en El País, ABC y El Correo (Bilbao). Colabora regularmente en la Cadena Ser (Hoy por hoy), el Canal 24 Horas de TVE y Radio Exterior de España. Es responsable de la sección de América Latina de la Revista de Libros.

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