PARADA MILITAR BICENTENARIO EJERCITO DE CHILE 2010

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domingo, 4 de julio de 2010

PRESIÓN DE ARGENTINA Y BRASIL PARA RETRIBUIR "FAVORES" DE CHÁVEZ

El Congreso paraguayo no cesa de ser objeto de todo tipo de cortejo por parte de Hugo Chávez y sus emisarios. Si pocos días atrás era el mismísimo Néstor Kirchner quien, en una inédita actitud conciliadora, se presentaba ante el Parlamento para suplicar a los legisladores la ratificación del Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), ahora es el principal asesor de Relaciones Internacionales del propio presidente brasileño, Marco Aurelio García, quien llega a la sede del Poder Legislativo paraguayo para implorar la aprobación del Protocolo de Adhesión de Venezuela al Mercosur.
Es que los intereses en juego, bien lo sabemos, son enormes y el Paraguay –pero muy puntualmente el Congreso de nuestro país– está impidiendo que jugosos negocios de Argentina, Brasil y Uruguay puedan efectivizarse. De hecho, es muy alto el precio que el régimen bolivariano de Venezuela ya había “pagado” por adelantado para comprar su forzada incorporación al Mercosur, y ahora sucede que la liebre saltó donde menos se lo esperaba: en la resistencia de un Parlamento adverso incluso a los designios bolivarianos del propio Fernando Lugo.
Marco Aurelio ni siquiera guardó las formas: confesó claramente que el interés está en el petróleo venezolano. No importan los principios, ni siquiera el atroz cerco al que Chávez somete a la democracia en su país; solo interesa la plata.
Aclaremos el panorama. En octubre último, PDVSA y Petrobras suscribieron un acuerdo –negociado desde 2005– para la construcción y operación conjunta de la refinería Abreu e Lima, en el estado brasileño de Pernambuco, que permitirá refinar 230.000 barriles de petróleo cada día y que estará operativa el año próximo. El negocio es gigantesco en miles de millones de dólares.
En el caso de Argentina, no habrá que perder de vista que la Venezuela de Hugo Chávez se ha convertido en una de las principales fuentes de financiación para los Kirchner, puesto que desde el año 2005 les ha comprado títulos de su deuda externa chatarra por más de 6.300 millones de dólares americanos.
Uruguay, por su parte, también ha incrementado notoriamente sus relaciones comerciales con Venezuela desde la asunción de Tabaré Vázquez a la presidencia de ese país hermano en marzo de 2005. PDVSA, por ejemplo, ha comprado la totalidad de las acciones de Petrolera Cono Sur, hasta entonces manejada por ANCAP, la petrolera uruguaya. Por otra parte, en 2008 ANCAP y PDVSA suscribieron un acuerdo por el cual la estatal uruguaya podrá extraer petróleo en la Faja del Orinoco, lo que le permitirá contar con unos 20.000 barriles diarios de petróleo.
Está claro para todos que estas no fueron simplemente “concesiones graciosas” del polémico “comandante” bolivariano. Todas fueron entendidas por él como “inversiones” para lograr legitimidad internacional y participación plena en el Mercosur. Pero en ese camino surgió un “inconveniente” con el Congreso paraguayo. Entonces, como su presencia aquí o la de cualquier exponente de su régimen causaría una notoria desconfianza, Chávez decide, en consonancia con Cristina Fernández y Luiz Inácio Lula da Silva, mandarnos a emisarios menos controvertidos, para hacer lobby con los parlamentarios de nuestro país.
Dice entonces Marco Aurelio que “a los que tienen la preocupación por la democracia en Venezuela, deben acordarse que en el Mercosur hay una cláusula democrática. Si se quiere salir de la regla, recibirá una sanción”. Burda mentira. Todos sabemos que Hugo Chávez hace mucho tiempo que se saltó todas las “reglas” del juego democrático, que irrespeta los derechos humanos, cercena la libertad de expresión y persigue a sus oponentes. Pero, además, ¿cuál de estos socios tan bien “tratados” por Caracas se animaría, por ejemplo, a exigir la aplicación de la cláusula democrática a un país con el cual se mantienen negocios tan exorbitantes y jugosos? ¡Hipócritas!
No habrá, pues, que dejarse llevar por el engaño. Marco Aurelio afirma que Venezuela es un gran importador de alimentos, y que el Paraguay puede beneficiarse con ello. En primer término, nuestro país tiene colocada en todo el mundo su actual oferta exportable, por lo demás bien limitada: basta ver en los supermercados cuánto alimento es de procedencia argentina o brasileña. En segundo lugar, no es preciso que aquella nación ingrese al Mercosur para poder comerciar con ella. Solamente se trata de una torpe trampa.
Por otra parte, el Mercosur no es de ninguna manera el ámbito propio de la inserción integradora venezolana. Su lugar en el mundo está en la Comunidad Andina de Naciones o tal vez en el Caribe; no en el sur de nuestro continente. Cabe también preguntarse: con las actuales políticas estatizantes marxistas del régimen chavista, ¿quién podría suponer que el verborrágico “Telepresidente” se habría de avenir a las normas de libre mercado y libre comercio que rigen en el bloque?
Tanto Kirchner como Marco Aurelio sostuvieron en Asunción que votar por Venezuela no es hacerlo por Chávez, y que habrá que imaginar que en el futuro no siempre el polémico coronel continuará en el poder (casualmente, el mismo argumento que utilizó ayer Lugo en Caazapá). Por lo pronto, ya lleva 11 años en la presidencia y, a tenor de lo que él mismo suele manifestar, no tiene ninguna intención de abandonar el gobierno de su país en, por lo menos, 20 años más.
Los congresistas paraguayos no deben dejarse engañar tan fácilmente por estos enviados del peligroso y autoritario presidente de Venezuela. Tendrían que considerar lo difícil que será contener a Chávez una vez que este ya ponga un pie en el Mercosur. Abrirle las puertas será fácil; castigarlo cuando se “porte mal” y pisotee todas las normas de la convivencia democrática, imposible.

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