Resulta que ahora lo que estamos buscando es la cumbre moral para gobernar a Colombia y que dicho título recae única y exclusivamente en el candidato del partido verde Antanas Mockus.
*Dario Acevedo
Candidato Presidencial colombiano Antanas Mockus
Nos lo dice sin espabilar o sin titubeatr uno de los intelectuales más renombrados de este país, Hernando Gómez Buendía, el mismo que fue pillado cometiendo una infracción, que no delito ni crimen, copiar el trabajo de otra persona cuando era profesor de una prestigiosa universidad bogotana. El insuceso, que entre académicos tiene una sanción más ética que penal, le costó su puesto como columnista de la revista Semana. Una medida que muchos de sus amigos y colegas calificaron de exagerada, sin que nadie les dijera laxos por tal solidaridad. Gómez Buendía en su columna del periódico pro uribista que le dio acogida a pesar de su declarado antiuribismo, (El Colombiano, 25/04/2010) nos ofrece una lección de moral y de cómo la moral se opone a la política. Con relación a la actual campaña por la presidencia, sentencia como un pontífice que “Santos es un animal político, Mockus es un animal moral” y más adelante profundiza y explica: “El animal político se mueve por el poder, el animal moral se mueve por los principios”. Dejemos de lado la referencia a animal moral que nos coloca en el plan de reconsiderar la discusión Naturaleza y Humanidad, estado natural y estado social. Por supuesto, aceptemos que el hombre es el único animal que tiene moral. No hay en ello un gran descubrimiento, es como decir que el hombre es un ser racional. El problema está en sembrar la cizaña contra el animal político por oposición al moral como si ser del mundo político representase la pertenencia a un mundo animal-animal, no moral o inmoral. Será que tenemos que volver a leer La República de Platón o La Política de Aristóteles o las Lecciones de Filosofía de la Historia Universalde Hegel para aceptar que la política es lo más humano, y por tanto sujeto a la moral, a la razón y a los principios? Para entender que la política es una actividad consustancial a la existencia humana por medio de la cual los hombres definen el ejercicio del poder? Y que sirve para definir quién y cómo ejerce el poder, hace transacciones, toma medidas, coacciona y enseña a la vez?
Gómez Buendía no es más que uno más del amplio grupo de intelectuales románticos que creen que pueden huir de la peste de la política rompiendo el significado de nociones tan valiosas como política, moral y ciudadanía impregnándolas de una aureola moralista. Idealizan una sociedad sin intereses, en el fondo, sin conflictos, una sociedad paradisíaca regida sólo por “principios” donde no aparezca el animal-animal político. El país de jauja, el edén perdido, el paraíso terrenal o quizás el paraíso comunista, sin clases ni estado que diseñó Marx para desgracia de la humanidad que se dedicó a abrazar utopías, todas trágicas, en el siglo veinte.
El profesor Gómez nos quiere hacer creer que existe un dilema entre la apelación legítima a la fuerza y a la coacción que un estado aplica contra delincuentes que infringen la ley y apelan a la violencia, y la acción educativa y formadora que las instituciones del estado deben realizar para hacerle entender a los ciudadanos la importancia de acatar las leyes sin tener que recurrir a la fuerza y a la coacción. Por eso afirma que “Santos, en especial, ofrece el método de Uribe, es decir, que las Fuerzas Armadas se encarguen de impedir que los bandidos sigan atropellando la ley.”, que es lo impropio, lo indeseable, mientras que “Mockus apela al ser moral que hay en cada votante colombiano”. El dilema es claro: o represión o educación, como en los tiempos del hipismo y de mayo del 68. Es la idea de que toda autoridad es repudiable, que sólo debemos confiar en nuestras virtudes, en la acción pedagógica. No se si piensa que el problema de grupos tan violentos y despiadados como las mafias, las guerrillas y los paramilitares en vez de ser atacados con la fuerza y la autoridad legítima del estado deban recibir lecciones de amor y tolerancia. “Santos pretende prolongar a Alvaro Uribe, la figura paternal y autoritaria que usa el castigo y nos impone normas desde afuera. Mockus es la figura del maestro que razona y nos invita a obedecer la ley por convicción.” Y refrendando declaraciones de Mockus, dice que él “no habría bombardeado a ‘Reyes’”¡Imagínese el lector, el tipo de consejos que intelectuales de este corte, de los que abundan en Colombia, activistas de Ongs que sostienen la imposible hipótesis de que las guerrillas son una consecuencia de las desigualdades sociales y que hace falta es reconocerlas, darles estatus político y negociar con ellas las reformas que el país requiere, le darían al presidente Mockus!
¿Será que Mockus, que ha prometido sostener la política de seguridad democrática, sucumbe ante estas voces que oponen política con moral, que niegan la dimensión humana de la política, que sueñan con una sociedad aséptica e impoluta y que lanzaría flores educativas y mensajes pacificadores y pedagógicos a las incomprendidas guerrillas y a los grupos violentos?, No lo creo, pero harto cuidado debe tener con personajes de todo tinte, advenedizos a los que sólo les interesa derrotar el uribismo y para nada la victoria mockusiana. ¿O será que en el fondo del pensamiento mockusiano, en sus falsos dilemas morales, se esconde un moralista a ultranza que tiene por proyecto la purificación moral de la república?
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