Cuando las acciones o inacciones de un segundo o tercer país dictan los términos de la relación, debemos comenzar a preocuparnos, en especial, si esta interacción es de naturaleza y de carácter conflictiva. Cuando una entidad vecinal establece el inicio de una crisis, su escalada, desescalada y finalización, también. Pero, lo más complejo aparece cuando la diplomacia de un Estado no es capaz de anticiparse a escenarios que forman parte de un comportamiento estructural de ciertos países de la región. Más aún, cuando surge la percepción según la cual, otro Estado dicta los términos y alcances de la crisis, y el afectado lo asume como tal.
En el caso anterior, el valor político de la disuasión es cercano a cero.
El caso del presunto espionaje de un suboficial de la FAP peruana ilustra lo anterior. Se ha impuesto una crisis, se escaló y hoy, frente a la nueva postura de la Cancillería chilena, de menor rigidez, se decide desde Lima desescalarla. Una diplomacia del “débil al fuerte”, exitosa. Debemos reconocerlo.
El espionaje forma parte de un comportamiento natural y lógico de todos los Estados. Frente a la falta y ausencia de información, o frente a una ausencia de confianza, la verificación debe realizarse por otros medios, que no son legales, pero sí legítimos. Negarlo es desconocer una realidad intrínseca al mismo sistema internacional. En su defecto, a la luz de las declaraciones del congresista y ex canciller Luis Gonzales Posada, forma parte de la “baja política”.
Recordemos a Odar de la Cruz Muñoz, ciudadano peruano que fue expulsado de Chile a comienzos de año tras ser sorprendido tomando fotografías en recintos de la Marina, se sumó en su momento Carlos Enrique Cristóbal Solís, otro inmigrante peruano, quien formaba parte de un grupo de trabajadores que encontrándose en faenas de limpieza de los alcantarillados frente a las maestranzas y astilleros del puerto de Valparaíso, fue sorprendido sacando fotos de naves de guerra chilenas.
Poco se supo de ambos casos. Poco o nada por la sencilla razón que la estructura del sistema político chileno no se alimenta política y electoralmente de ellos. La Inteligencia debe ser conducida inteligentemente, desde la esfera política.
La Inteligencia es un acto intrusivo, por lo que está asociado a escenarios de riesgos operativos, pero también de contención y de manejo de crisis, en el caso que está falle. La diplomacia debe estar preparada para ello. La estrategia de “negación” o de la ambigüedad aparece en estos casos como la forma de respuesta más acorde a fin de no dañar la credibilidad de otros aspectos de la seguridad nacional de los Estados.
Las actividades de espionaje se legitiman per se cuando no existen interlocutores validos, cuando medidas de confianza mutua no evolucionan en su aspecto cualitativo, cuando el comportamiento en política exterior, de defensa y seguridad de un segundo Estado deja presagiar que las hipótesis de conflicto siguen estando operacionales. En dichos casos, el espionaje no solo es legitimo, sino que absolutamente necesario.
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