Chávez concibe la historia como el combate de ciertos héroes providenciales señalados por el destino para guiar a los "pueblos" hacia la senda de la redención. En las antípodas de Lenin, pues, es el híbrido perfecto entre Perón, Mussolini y Cantinflas.
Es sucedido célebre que cuando el primer fascista que hubo en España, Ernesto Jiménez Caballero por más señas, se topó con el poeta Guillén en la Sevilla de las arengas radiofónicas de Queipo de Llano, le espetó: "Lo ve usted, don Jorge, hay que pensar con los testículos". Aserto al que el otro replicó con ironía sutil: "Claro. Claro. Lo he dicho mil veces. Es lo que ha hecho usted toda su vida, don Ernesto". Esa tradición patria, la muy arraigada querencia por la reflexión genital, como la gramática, el barroco o la viruela, también acabaríamos exportándola a América. Tierra de promisión donde, por lo demás, arraigó con brío renovado. De ahí ese Evo Modales premiando con un rodillazo en salvas sean las partes al suicida defensa derecho de la oposición. O el embajador de Ego Chávez haciendo lo propio con las maltrechas criadillas del Ejecutivo de Zapatero.
Y también de ahí el malentendido de la izquierda española a propósito del romo populismo cuartelero que responde por "revolución bolivariana". Al respecto, recuérdese el desprecio infinito que siempre mostró Marx por la figura de Bolívar, padre espiritual de ese "socialismo del siglo XXI" que ni Chávez mismo sabe en qué consiste. "Un palurdo, un hipócrita, un chambón mujeriego, un botarate, un ambicioso mendaz", así retrató el autor de El Capital al Libertador en el artículo que sobre su persona le encargara la Enciclopedia Americana. Una repulsa, la del compadre de Engels, que, a no dudar, habría hecho extensiva a su verborreica reencarnación caraqueña.
Y es que Chávez no pertenece al árbol genealógico marxista ni tampoco al del socialismo en general. Como bien concluye su mejor veterinario ideológico, Enrique Crauze, en El poder y el delirio, lo de ese telepredicador prepolítico es otra cosa. Por algo, Chávez no percibe la historia en términos de lucha de clases, un proceso regido por fuerzas impersonales, igual que haría un verdadero revolucionario. Al modo de los lectores de cómics y los doctrinarios del fascio, él la cree el combate de ciertos héroes providenciales señalados por el destino para guiar a los "pueblos" hacia la senda de la redención. En las antípodas de Lenin, pues, es el híbrido perfecto entre Perón, Mussolini y Cantinflas. Y que el PSOE compre semejante mercancía... Manda huevos.
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