El lunes último el periódico argentino LA NACION publicó un artículo de Beatriz Sarlo titulado "Los gurúes de los Kirchner", gracias al cual es posible descifrar la ideología del matrimonio gobernante.
Mariano GrondonaPara desnudarla, Sarlo presentó en su artículo las ideas de esa otra pareja matrimonial que forman Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (Leer aquí Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Siglo XXI, Madrid, 1987. Título original: Hegemony and socialist strategy. Towards a radical democratic politics, 1985), cuya influencia sobre el matrimonio Kirchner, a estas alturas de los acontecimientos, ya resulta innegable.
Los profesores Laclau y Mouffe han escrito varios libros inspirados en Carl Schmitt (1888-1985), un pensador alemán que algunos consideran "maldito" no sólo porque fue de extrema derecha sino también porque se acercó peligrosamente al nazismo en los años treinta. La tesis central de Schmitt es que la vida política, lejos de albergar el diálogo y la convivencia democrática, profundiza la relación amigo-enemigo a un punto tal que lo único que cuenta en ella es vencer si no se quiere ser vencido, es someter para no ser sometido.
Pero Laclau-Mouffe sostienen por su parte que la relación amigo-enemigo que Schmitt descubrió se puede visualizar ya no desde la derecha, como éste lo hizo, sino desde la izquierda, dando lugar de este modo a un populismo autoritario . Podría criticarse a Laclau y Mouffe porque su pensamiento no es brillante y copioso como el de Schmitt sino de escaso calado intelectual, pero el hecho es que, gracias a ellos, líderes pretendidamente mesiánicos como Hugo Chávez y los Kirchner pueden soslayar los sentimientos destructivos que en realidad los mueven para convencerse de que han emprendido un combate épico, heroico, precisamente "contra" la derecha. Para apoyar esta visión, podría acudirse aquí a otro pensador que, como Schmitt, fue originalmente de derecha pero que también podría ser interpretado en forma "reversible", en beneficio de la izquierda. Se trata del italiano Wilfredo Pareto (1848-1923), quien llamó racionalizaciones a las transmutaciones intelectuales gracias a las cuales un sentimiento negativo e inconfesable, como por ejemplo el odio, puede ser coloreado, disfrazado, mediante argumentos supuestamente científicos.
Palabras más o menos, esto es a lo que Carlos Marx (1818-1883) llamaba "ideología", imputándosela al liberalismo. Lo que han logrado hacer Laclau y Mouffe, en suma, es proveer a los Kirchner de una ideología a la que éstos llaman, simplificándola con un orgullo no disimulado, "el modelo".
Bonafini a escena
Al revés que Laclau y Mouffe, Hebe de Bonafini no es una intelectual sino una militante. Al insultar groseramente a la Corte Suprema y al proponer la toma de los tribunales de justicia como lo hizo en el acto público del último martes, Bonafini vino a reforzar desde otro ángulo la ofensiva del populismo autoritario. Lejos de suscitar la condena del kirchnerismo oficial, empero, la diatriba de Bonafini fue acompañada con fervor por funcionarios cercanos al matrimonio del poder como Gabriel Mariotto, el presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (ex Comfer), pese a que él proclama reiteradamente su adhesión al supuesto pluralismo de la nueva ley de medios. Y fue así como de un lado y del otro, como si fuera por un movimiento de pinzas de la artillería intelectual y la infantería callejera, los representantes del populismo autoritario se han sumado al combate que animan los Kirchner en el interior de nuestra república democrática y, en resumidas cuentas, contra ella.
Al concentrar de este modo las fuerzas que le van quedando contra la oposición democrática vasta pero aún no articulada, los Kirchner ganan impulso pero a un alto precio. No debe asombrar por ello que, en los márgenes del propio kirchnerismo, algunos de sus aliados empiecen a dudar. ¿Habría que incluir entre los que ahora dudan a Daniel Scioli, cada vez menos presente en los actos públicos del kirchnerismo, a los intendentes del Gran Buenos Aires, a algunos voceros oficiales como el jefe de la bancada del Senado, Miguel Angel Pichetto, y hasta a algunos representantes de Carta Abierta? ¿Habría que sumar también a aquellos gobernadores, oficialistas o no oficialistas, que ya piensan en desdoblar las elecciones de 2011 para que en ellas el pueblo pueda votar dos veces, una en el plano nacional y otras en los planos provinciales, con el objeto de no cargar con la mochila kirchnerista? En la compleja lista de las "elecciones desdobladas" podrían figurar nada menos que Santa Fe, Córdoba, Salta, Chaco, Tucumán, Entre Ríos, Tierra del Fuego, Catamarca, Chubut, San Luis, la Capital Federal, Neuquén, Mendoza y quizás otras provincias.
¿"Partido" o "secta"?
Los partidos, al menos en teoría, tienden a sumar, a diluir las fronteras ideológicas para ampliar de este modo su alcance electoral. ¿Pero existe hoy, todavía, un verdadero partido kirchnerista? ¿O la campaña que están practicando los Kirchner a costa de esta concepción "partidaria" tiende a reducir a sus seguidores a una secta ? El vocablo "secta" está ligado a los verbos "segar", "cortar", "practicar secesión". El "sectario", según estas acepciones, es aquel que corta y separa a sus seguidores de los demás ciudadanos. Al obrar de este modo, el sectario gana en intensidad lo que pierde en amplitud. Como hemos visto, al exigir a sus seguidores una disciplina cada día más estricta, los Kirchner los están reduciendo a una minoría que gana en consistencia lo que pierde en convocatoria. Pero la democracia, cuyo dogma irrenunciable es el principio mayoritario que abre las puertas al poder popular, es sencillamente incompatible con el sectarismo.
Que los Kirchner caminan hacia esta anemia popular resulta evidente cuando la Presidenta, quizás el miembro más militante de la pareja, descarta de un golpe a la entera clase media por despreciar a sus "morochos", privándose así de esa mayoría sin la cual en 2011 no podría ganar. Hay quienes temen que esta visión cada vez más "sectaria" sea el anticipo de una ofensiva a cuya cabeza podrían figurar adalides de la "acción directa", como los piqueteros de Luis D´Elía y Milagros Sala y al margen de la cual podrían quedar, además, los vencedores en las recientes elecciones de la CTA, así como los jueces y los abogados que también le han dicho que no a la secta oficial.
La expresión militante confirma aquí la estrechez de miras que hoy tienta al kirchnerismo. Los Kirchner se autodefinen como "militantes". Pero esta expresión no tiene resonancias partidarias porque aquellos que "militan", en vez de hacer política se ven a sí mismos como integrantes de una "milicia" expresiva de una concepción bélica, militar, de la política. ¿Pensarán entonces los Kirchner que su lucha por retener el poder debería llevarlos, más que a sumar fuerzas en principio diversas como hacen los demás políticos, a excitar al extremo el fanatismo de sus seguidores detrás de consignas que predican, más que el amor a las huidizas mayorías propio de las democracias, la hostilidad hacia todos aquellos a los que, más que como "competidores, ven como "enemigos"? La voz "fanático" proviene de la raíz etimológica fan , que quiere decir "del templo" y consiste en proyectar "fuera" del templo las actitudes absolutas, en blanco y negro, que sólo se justifican "dentro" del templo. El fanatismo anima a la militancia. En lugar del diálogo, predica una confrontación preñada de violencia. ¿Es éste el horizonte ideológico que atrae a Laclau y a Mouffet, a Bonafini y a los Kirchner, así como sedujo a los Montoneros que el viejo Perón, hace cuarenta años, echó de la Plaza?
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